Queipo dijo
anoche por la radio que la guerra sigue dormida. ¿Sólo la
guerra? Está dormida Sevilla entera. Cuidado que irse la
gente a los baños en plena guerra... Nada, cogen y se van
como lo más natural del mundo. He estado en la novena de la
Virgen de los Reyes y apenas había nadie. Revuelos de
canónigos, bisbiseos. Anoche le dieron el santolio al
cardenal Ilundáin. Don Santos me ha dicho que está en las
últimas, que pronto habrá de abrirse la Puerta de los Reyes.
-—Pero si ya está abierta, don Santos, mire usted la mareíta
más buena que entra moviendo la cortina azul...
Don Santos sabe lo que se dice. Aunque en estas tardes
solemnes y lentas de la novena de la Virgen abren las dos
hojas de la Puerta de los Reyes para que haga más fresquito,
don Santos se refiere a que a Su Eminencia anoche lo
sacramentaron, que habrá de abrirse esa puerta no para que
entre la mareíta de la tarde que por el río desde Sanlúcar
sube, sino para que, con la mitra por delante, como una
estatua de Mercadante de Bretaña, salga un arzobispo de
Sevilla muerto. Veremos quién nos mandan de Roma.
Hay mucha muerte en Sevilla en esta tarde de agosto. En el
tranvía que cogí para venir a la Catedral venían unos moros
de Regulares. Vaya tela cómo olían los pobrecitos, cuando
suben los moros en el tranvía es para tirarse en marcha.
Venían hablando con su jamalá, jamalá, pero oía
entremezcladas palabras nuestras, Anivarsitaría decían. Uno
traía la cabeza vendada; el otro, el brazo en cabestrillo.
Me han dicho que todas las noches, en el Hospital Moro,
mueren un montón de ellos, llamando a una madre y soñando
una casa entre palmeras. Hay mucha muerte en esta Sevilla.
En la novena, abanico y suspiro, me he encontrado a doña
Angustias García Parias. He tenido cuidado de que nadie me
oyera decirle:
-—Un año ya de lo del pobre don Blas, doña Angustias.
Y ella me ha dicho:
-—Un año ya, hijo, un año ya...
Y como no he podido con tanta muerte, estaba por irme al
Prado, al cine de verano, a ver una película de Imperio
Argentina de la que han hablado mucho en el Círculo,
«Melodías de Arrabal» se llama. Pero me he acordado de la
nocturna. Hoy, a pesar de la muerte, a pesar de que la
guerra, como dijo anoche Queipo en la radio, sigue dormida,
Pagés ha organizado una nocturna. No, si te digo...
Salgo de la Catedral y cojo la calle de la Mar. Compro
pescado frito en el Arenal. Paro en el Bar Carriles a
comérmelo con tinto. De pronto pasa un coche de cuadrillas.
El coche de Limones. ¿Pero ya es la hora? Me como corriendo
el adobo. Dentro del coche va un niño de San Bernardo. Me
han hablado muy bien de este niño, por eso vengo a verlo.
Juan Álvarez, un entrador de carne, me dijo que el otro día
le echaron dos becerros a puerta cerrada y que aquí hay
torero. Falta hace que salga un torero frente a tanta
muerte. Falta hace que resucite Sevilla. El padre de este
niño es el encargado de la nave del Matadero.
Don Juan María Vázquez, el que hace la crítica en «ABC», que
Sánchez del Arco está con las columnas de Varela en el
frente, me ha hablado muy bien de él. Ahí va el niño, ¿pero
ya es la hora? Me parece que he visto que lleva un vestido
rosa. Así que voy a darme prisa en terminar con el cartucho
de pescado. Pasa Raimundo Blanco con su chaqueta blanca,
¿usted no estaba en el frente?, y me dice: «Tranquilo,
cómete el pescado tranquilo, que por delante hay ópera
flamenca y rifan un pollo.» Pero hay que darse prisa por
comerse este cartucho de pescado del Arenal para irse
corriendo a los toros. Que aunque en Sevilla hay mucha
muerte en esta calurosa noche de agosto, ya están para dar
el parte, me parece a mí que con ese muchacho rubio que iba
con un vestido rosa dentro del coche de Limones va a
resucitar Sevilla. Me lo está diciendo ya el olor de la dama
de noche, que trae la belleza de la vida frente a la muerte
de la dormida guerra.
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