Como aún
no había llegado Rajoy al poder y no era políticamente
correcto protestar ante una Moncloa donde ZP coleccionaba
millones de parados, el mariachi del 15-M le llevó a
Esperanza Aguirre la serenata de la algarada y la acampada
bajo los mismísimos balcones de su despacho en la Puerta del
Sol. Los del 15-M protestaban ante doña Esperanza Aguirre y
Gil de Biedma con su causa y su razón. (Y eso que no sabían
que es condesa de Murillo con grandeza de España y madre del
Marqués de Villanueva de Duero; la que le hubiesen liado si
lo llegan a mirar en el Elenco...) Era la liberal valiente
que se atrevía a decir y hacer lo que sus votantes pensaban
y querían, frente a esta derecha avergonzada y cobardona,
acomplejada y silente que padecemos ahora aun habiendo
obtenido una mayoría absoluta que es el incumplido mandato
de los electores para que se gobierne...justamente como no
está haciendo: para dar puñetazos sobre la mesa, para pisar
callos y para no pedir perdón en tanto en cuanto se hace en
nombre del deseo mayoritario de las urnas. Como la Fiel
Infantería en el himno, siempre nos quedaba Esperanza
Aguirre, que nunca se metía en la dulcería del pasteleo al
uso en la derecha y decía en el momento justo lo que los
votantes del PP esperaban escuchar de un Rajoy que nunca
andará esos caminos. El problema de Rajoy, en este punto del
complejo de la derecha, es como lo del chiste del gallego en
la escalera: por su galaica nación, nunca se sabe si calla o
si guarda silencio.
Esperanza Aguirre era de las que decían cuanto tenía por
conveniente y era necesario, y añadía como un "¿Pasa algo?"
más castizo que la calle de Alcalá del chotis de Agustín
Lara y que su foto vestida de chulapona en la pradera de San
Isidro, o donde fuere, porque no entiendo de madrileñerías.
En la España del "No Passssa Nada", con Esperanza Aguirre sí
pasaba. Pasaba que los ponía encima de la mesa, hacía o
manifestaba lo necesario y decía: "¿Pasa algo?".
Pues lo que pasa ahora, Esperanza Aguirre que tanto te
enfadaste cuando me pitorreé de tus calcetines blancos
tobilleros a la vuelta de Hawai, digo, de Bombay, es que
estamos desolados. Hay en los votantes del PP un sentimiento
de orfandad. Ida Esperanza Aguirre, quizá para alegría de la
parte arriolada, cobarde y pastelera de la derecha, ¿quién
dirá ahora lo que piensan los votantes del PP a quienes
Rajoy les parece siempre demasiado blando, como avergonzado
de ser lo que sus electores quisieran que fuese? ¿Quién va a
decir ahora que esto de las autonomías es un disparatón que
cometimos los que ilusionadamente creímos un día en ellas?
¿Quién va a decir que no se puede prometer el cumplimiento
íntegro de las penas para poner luego a los etarras asesinos
en la calle? ¿Quién va a decir que no tenemos posición como
para que cada autonomía mantenga su tele? ¿Quién va a
proponer que se reduzcan a la mitad los diputados de la
Señorita Pepis en los parlamentos de la Señorita Pepis?
¿Quién va a querer devolver las competencias autonómicas en
Educación y Sanidad al Gobierno central, y volvamos al
Territorio Insalud y a los planes de enseñanza iguales para
toda España? ¿Quién se va permitir el lujo liberal e
independiente de decir en cada momento lo que piensa, que,
mire usted por donde, es lo mismito que piensan los votantes
que le dieron la mayoría absoluta al silente y pasteleante
Rajoy?
No es que esto sea el infierno de Dante, pero muchos
votantes del PP están poniendo en la puerta de su casa un
letrero que dice: "Perded toda Esperanza". Aguirre, por
supuesto. Menos mal que a los andaluces nos queda otra
Esperanza: Esperanza Oña, la preterida alcaldesa de
Fuengirola, que sí que sería una buena presidenta del PP en
Andalucía y candidata a la Junta, y no un ocupadísimo
pastelero que yo me sé.
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