Hay en nuestra archidiócesis una saludable nueva generación
de curas jóvenes que bien merecería un reportaje, si
hiciéramos periódicos más pegados a la realidad que al
Ayuntamiento y a la Junta. Pese a la crisis de vocaciones,
hay toda una quinta de sacerdotes que llegaron muchos de
ellos al Seminario con una carrera ya hecha y que han
insuflado autenticidad, verdad, entrega, dedicación e
ilusión al presbiteriado. Algunos ocupan ya puestos de la
Curia y muchos son párrocos titulares. Pues bien, uno de
estos jóvenes párrocos, el de Nuestra Señora de la
Encarnación de Bormujos, Manuel Jesús Moreno, ha pedido a
los fieles y a las hermandades locales que en vez de flores
lleven a las sagradas imágenes de las cofradías alimentos
para los necesitados. Ha dicho el cura Moreno: «En Bormujos,
durante los besamanos y cultos a las imágenes titulares,
existe la tradición de traerles ramos de flores que se
quedan a sus pies. Por ello les dije a las hermandades que
una Madre, cuando sus hijos pasan hambre, prefiere comida a
flores». La iniciativa caló, y no sé si vieron la foto de la
Virgen de las Nieves con el mejor exorno floral pensable:
jarras de entrevarales de paquetes de garbanzos y ramos
cónicos de latas de fabada, en devota procesión
extraordinaria hacia Cáritas.
Eso, en Bormujos. En Sevilla, hemos sabido que el benemérito
Banco de Alimentos lleva repartidos cuatro millones y medio
de kilos de suministros entre 383 asociaciones que atienden
a los necesitados. Entre ellas, a la Orden de Malta y a su
comedor social de la calle Mendigorría, donde hay cola. Como
hay cola en los comedores sociales de Cáritas, en los de las
cofradías, en los que paga la Real Maestranza, en los que
atienden las monjas de San Vicente Paúl. Es decir, que
estamos en un estado de extrema necesidad para muchos
conciudadanos, no sólo los clásicos indigentes de toda la
vida, sino personas de clase media que perdieron el puesto
de trabajo, el piso por no poder pagar la hipoteca y en
algunos casos hasta la esperanza.
Esta necesidad de ayuda es la que ante el dispendio de la
Junta de Valderas-Griñán, emperrada en desenterrar odios en
las fosas de la guerra, en las que despilfarrará 306.000
euros más, le ha hecho decir a José Jesús Gázquez,
parlamentario del PP por Almería: "Con esa cantidad, la
coalición gobernante en la Junta del PSOE con el partido de
Sánchez Gordillo podría comprar 3.000 carritos de comida
para dárselos a aquellos que lo están pasando mal". Y ha
añadido: "La actitud de la coalición de izquierdas es
vergonzosa e inaceptable en un contexto socioeconómico muy
delicado en España y mucho peor en Andalucía".
Lo del cura de Bormujos, lo del Banco de Alimentos y lo del
diputado Gázquez me ha hecho cavilar. En los mismos
periódicos donde se informaba de esas noticias se decía
también que el Ayuntamiento de Sevilla va a adjudicar el
antiguo Barranco a una Unión Temporal de Empresas formada
por inversores, profesionales de la hostelería y dos
conocidos mascarones de proa, para que tras el pago de un
canon anual de 230.000 euros pongan allí un Mercado Gurmé,
copiando y mamando por cierto del madrileño de San Miguel;
esto es, un sitio donde te vendan imprescindibles artículos
de primera necesidad tales como caviar iraní, salmón noruego
o latas de cangrejo ruso. Y a la vista del éxito obtenido,
el Ayuntamiento anuncia que quiere poner otro Mercado Gurmé
en la cerrada y abandonada plaza de abastos de la Puerta de
la Carne. Y digo como Gázquez con la Memoria Histórica:
¿cuántos carritos de comida para Cáritas se pueden comprar
con los 230.000 euros del Mercado Gurmé del Barranco? ¿Está
moralmente sana una sociedad que llena los bares, atiborra
Sevilla de veladores y abre con la misma frialdad comedores
sociales que mercados gurmés?
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