Lo
de los duales barrocos es un socorrido y manido tópico que
le hemos contado a Sevilla, y ella, mujer a la que le gustan
las lisonjas, se lo ha creído. Todo tiene su cara y su cruz,
Maricruz, en esta maravilla de mujer que es Sevilla. Me
refiero hoy a los duales por los dos muelles tan distintos
que tiene ahora Sevilla en la ordenación de la margen
izquierda de la dársena del río, en una operación que se
diseñó durante la alcaldía de Monteseirín. Por cierto,
¿dónde está Monteseirín, que no hay quien lo vea, no por
ventana ni por azotea? Sabemos dónde están los otros ex
alcaldes, Soledad, Rojas Marcos, Manuel del Valle, Uruñuela,
Parias, pero nadie sabe dónde se ha metido o dónde han
enchufado los suyos a Monteseirín. Que en eso sí que son
unos monstruos, colocando cesantes de los suyos, buscando
mamandurrias para los rechazados por las urnas.
Monteseirín y su partido entregaron la Sevilla más cercana
al río a un grupito privilegiado de arquitectos del Régimen
que hicieron allí perrerías. Al uno le dio San Telmo, para
que se hartara...y se hartara de derrochar millones. A otro,
los Jardines de Cristina, para que los pusiera fríos y
nórdicos, y para que colocara una absurda pérgola modelo
Expo en lo que fue la avenida de San Jurjo, un santo que no
les gusta nada a los de la Memoria Histórica y quitaron del
nomenclator. Y a otro arquitecto del Régimen le dieron los
bordes del río propiamente dichos, donde ha hecho, eso,
borderíos de modernidad. Hay que tener mucha fe en este Año
de la Fe para ver la cantidad de tonterías que han puesto en
el Muelle de Nueva York y creerte que estás en Sevilla. En
el muelle donde embarcaban antaño las cargas de naranjas,
los barriles de aceite y los bocoyes de aceitunas aderezadas
en Dos Hermanas.
Pero por muchas chuminadas que hayan puesto allí para seguir
tirando el dinero en un sitio que estaba aceptablemente bien
tal cual estaba, al Muelle de Nueva York se puede entrar con
una cierta facilidad: basta bajar desde el puente de San
Telmo o desde Las Delicias. Lo malo es el otro dual que
arreglaron antes, el otro trozo de muelle, aguas abajo del
Puente de Los Remedios, al que le pusieron este mote,
"Puerto Delicias". Lees en un cartel "Puerto Delicias" y te
crees que vas a encontrar una cosa así simpática como Puerto
Banús, Puerto Portal o Puerto Sherry. Y, en su lugar, hallas
el lugar más solitario del mundo, con dos restaurantes que
abren únicamente a las horas de comer y con las paradas
obras del Acuario. En buena hora paradas. Han dejado de
tirar en ellas el dinero. ¡La falta que le hará al muelle un
Acuario!
Si el recién abierto Muelle de Nueva York puede que tenga un
día vida, niños jugando, gente paseando a su perro,
enamorados paseando de la mano, el desierto Puerto Delicias
es el mejor monumento al despilfarro que se haya podido
levantar en Sevilla. Un lugar donde es dificilísimo llegar,
porque está vedado a la circulación. Donde llegan los barcos
de los cruceros turísticos...cuando llegan, de higos a
brevas, ya que el único habitual es el enigmático "La Belle
de Cadix", del que nunca hemos visto ni subir ni bajar a un
solo turista. Pasear por Puerto Delicias da miedo, de lo
solitario que está. Tan solitario como el aparcamiento
subterráneo que lo recorre en toda su longitud, donde nunca
hay estacionado un solo coche. ¿Cuánto nos costó Puerto
Delicias? ¿Tan caro costó que lo tienen así, sin utilizar,
como los juguetes delicados que traen los Reyes y que no se
les dan a los niños para que no los estropeen? Y el
nombrecito... No hay nada menos delicioso que Puerto
Delicias. Ojalá las verdaderas delicias estén un día en el
muelle de Nueva York, cuando los sevillanos lo sevillanicen.
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