Cuando hay un
proceso electoral aquí en España y conocidos los resultados
que nos afectan directamente, a quién tendremos de alcalde,
o de presidente del Gobierno, o de la autonomía, a muchos
nos gusta al día siguiente tener una visión sentimental de
las votaciones. Mirar cómo ha votado el barrio en que
nacimos o el pueblo de aquí-mi-señora, quién ha ganado en la
playa donde veraneamos. Cuando hay elecciones en Estados
Unidos, yo tengo uno de estos lugares sentimentales donde
mirar el resultado de unas urnas tan cercanas como las del
lugar de nuestra residencia, censo y voto. Miro el resultado
electoral en Puerto Rico, que no vota en las presidenciales,
pero elige gobernador. Igual que hay aficionados a la
filatelia, al bridge, a los caballos o al tenis, yo soy
aficionado a Puerto Rico, lo siento. Si La Habana es Cádiz
con más negritos, el Viejo San Juan es El Puerto de Santa
María con asopao de camarones en vez de arroz caldoso y con
un callejero estrictamente español y colonial, donde puedes
quedar citado con un amigo en la calle Tetuán esquina a
O´Donnell. Puerto Rico es como un viejo romance fronterizo,
donde nuestra cultura hispana linda con la norteamericana, a
la que viene venciendo desde 1898, y donde en El Morro ondea
con orgullo la vieja blanca bandera española con la roja
cruz de Borgoña, junto a la de las barras y estrellas y a la
boricua del "qué bonita bandera,/qué bonita bandera/qué
bonita bandera/la bandera puertorriqueña".
Como Arturo Mas es aficionado a dar por saco a Madrid, pero
no devoto de Puerto Rico, en el bolero antillano de su sueño
imposible que busca quimeras separatistas se ha equivocado
con "Borinquen, la tierra del Edén, que el gran Gautier
llamó la reina de los mares". En los albores del alboroto
separatista dijo muy solemnemente que Cataluña quiere ser
como Puerto Rico: Estado Libre Asociado. Me imagino que
ahora negará la mayor, como se dice en idioma tertulianés, y
dirá que Cataluña no quiere ser Puerto Rico de ninguna de
las maneras. Porque no sabía el cliente de las moscovitas
suites de lujo que las elecciones americanas han demostrado
que Puerto Rico no quiere ser como Cataluña. Lo que quiere
es dejar su situación de Estado Libre Asociado y alcanzar
una cosa que "allí le llaman el malecón" con una palabra
espantosa, puro espanglis: la "estadidad". De separatismo,
nada: Puerto Rico quiere la integración absoluta y de pleno
derecho en los Estados Unidos como un Estado más, como el
Estado 51 de la Unión, del mismo modo que ya alcanzaron esta
condición Hawaii o Alaska, con el frío que hace en Alaska si
se mira desde el clima paradisiaco de mi querida playa de
Isla Verde.
Las cifras de la consulta referendaria que votaron los
puertorriqueños el primer martes después del primer etcétera
dejan a Arturo Más como su propia figurita de "caganer": con
el culo al aire. El 54% de los boricuas ha votado "no" a la
permanencia del actual status semicolonial del ELA, del
Estado Libre Asociado, y ha optado por otra de las tres
opciones que se presentaban. De estas tres opciones de los
objetores de ELA, el 61% ha votado por convertirse en el
Estado 51, el 33% ha optado por mantenerse como ELA Soberano
y sólo el 5,5%, por la independencia.
Queda claro, pues, que si Cataluña quería ser como Puerto
Rico, Puerto Rico no quiere ser como Cataluña bajo ningún
concepto. Puerto Rico quiere ser con respecto a Estados
Unidos como Andalucía o Castilla con respecto a España. Tras
las consultas de 1967, 1993 y 1998, en que se votó la
continuidad del ELA, es la vez primera que gana la estatidad,
la integración plena en Estados Unidos. A ver si Arturo Más
va a Puerto Rico y se entera. Aunque tengamos que pagarle en
el Caribe Hilton de San Juan la suite de reglamento y de
gañote.
Sobre Puerto
Rico y Cataluña, en El Recuadro, también
"Como Puerto
Rico"
|