La "marca Sevilla", la que atrae al turismo, la que vende ciudad en el mundo, ha ido creándose por sucesivas acuñaciones pictóricas, musicales, operísticas, cinematográficas y literarias de su imagen. Tópica si se quiere, pero muy efectiva. ¿Cuánto debe la imagen universal de Sevilla a Pérez Lugín y "La Virgen del Rocío ya entró en Triana", o a Carlos Reyles y "El embrujo de Sevilla"? ¿Y a Palacio Valdés y "La Hermana San Sulpicio"? El olvidado novelista asturiano Armando Palacio Valdés (1853-1938) fue, ¿cómo les diría yo?, como un Arturo Pérez Reverte de su tiempo, un sobrado y prolífico escritor de gran éxito. Como Pérez Reverte es un enamorado de Sevilla y lo demostró con "La piel del tambor", Palacio lo hizo en la novela "La Hermana San Sulpicio", publicada en 1889, que cuenta con final feliz la historia de Gloria Bermúdez, una hermosa y rica joven sevillana, que ingresa en un convento para consagrarse al cuidado de enfermos y que un día se enamora de Ceferino Sanjurjo, que acudió a un balneario para recuperar su salud.
La novela sevillana de Palacio surgió por un encuentro casual. Tomaba las aguas el escritor asturiano en 1884 en el balneario de Marmolejo y conoció allí al canónigo don Eloy García Valero, a la sazón presidente del Ateneo de Sevilla, quien le invitó a pasar una temporada en nuestra ciudad. Cosa que Palacio hizo y que le permitió frecuentar y conocer a una destacada familia que vivía en la calle Argote de Molina, por cuyo patio pasaba la mejor sociedad sevillana. En cuyos personajes e historias se inspiró para "La Hermana San Sulpicio". Novela que al cabo del tiempo tuvo un gran éxito, mucho antes de que fuera llevada al cine. Sevilla, agradecida, tributó un gran homenajee al autor de "La Hermana San Sulpicio" y lo nombró Hijo Adoptivo. En la casa de Argote de Molina que inspiró la obra se colocó una cerámica que aún puede leerse allí: "El insigne novelista Armando Palacio Valdés situó en esta calle de Argote de Molina la casa de Gloria Bermúdez, gentil sevillana protagonista de "La Hermana San Sulpicio", libro cuyas páginas reflejan como el espejo de la verdad el espíritu de Sevilla. En público testimonio de homenaje al preclaro escritor el Ateneo hizo colocar estos azulejos cuando había florecido la primavera de 1924". Como tres años después a la Generación del 27, hasta le ofrecieron una fiesta flamenca en Pino Montano, la finca de de Ignacio Sánchez Mejías. Fiesta donde, por cierto, Palacio pidió de beber un vaso de leche, a lo que el genial Ignacio hizo que trajeran...¡una vaca para ordeñarla allí mismo, en su presencia, y servirle su vaso al escritor!
Este éxito de Palacio Valdés y el reconocimiento de Sevilla en 1924 fue, además, muy anterior a las versiones cinematográficas de su novela. Hasta 1927 no rueda Florián Rey la versión muda de "La Hermana San Sulpicio", con el debú de Imperio Argentina en el cine y Ricardo Núñez de galán, para repetir posteriormente una versión sonora en 1932, con la misma Imperio y con Miguel Ligero. Quizá fue el éxito de la muy posterior versión de Carmen Sevilla y Jorge Mistral dirigida por Luis Lucia en 1953 la que hace pensar al Ayuntamiento en dedicar al escritor que tanto pregonó el nombre de Sevilla una calle en Nervión, en las nuevas vías creadas tras la construcción de los pisos de la Diputación, lo que se aprueba en 1959. Hasta entonces, Palacio Valdés no tenía en Sevilla más recuerdo que los azulejos de Argote de Molina. Se cumplìa así su barrunto: "Si paso a la posteridad será agarradito a los hábitos de la Hermana San Sulpicio". Bueno, pues se ha debido de soltar de esos hábitos monjiles, porque a la calle que Armando Palacio Valdés tenía en Nervión le han pegado un tajo importante y al escritor que tanto divulgó la imagen de Sevilla le han dado puerta en el nomenclátor. No Puerta, Camino y Mondeño: solamente puerta. Y salvo Javier Rubio aquí en ABC, nadie se ha acordado de Palacio Valdés.