Es menester ver lo que nos gusta a los sevillanos inventar una tradición. Me acuso, Padre del Gran Poder, que yo mismo he inventado una, en complicidad iba a decir, bueno, en unión del gran Rogelio Gómez el de Trifón. Rogelio, animoso restaurador de Las Lágrimas de San Pedro en la Giralda, se inventó unos toques trompeteros en honor de la Pura y Limpia en su capilla del Postigo. Rogelio me llamó para ver qué nombre se me ocurría. Le dije: "Laudes de la Pura y Limpia". Y que la Banda del Sol tocara las coplas de "Todo el mundo en general" de Miguel Cid, que en 2014 cumplirán 400 años. Y cuando en la invención de la tradición el pasado 8 de diciembre sonaban los clarines rezando a la Pura y Limpia, a unas señoras de toda la vida del barrio que estaban en el Arco novelereando les escuché decir:
-- Esto es una costumbre que había hace 400 años, pero se perdió y ahora la han vuelto a hacer...
Algo así, pero de verdad, ocurrió con el primitivo Vía Crucis de la Cuaresma. El Vía Crucis a la Cruz del Campo es el origen de la Semana Santa. Fue el que trajo desde su viaje a Tierra Santa el Marqués de Tarifa cuando erigió el templete de la Cruz del Campo (sin tanque de salmuera), calculando que desde su Palacio de San Andrés había hasta allí la misma distancia que desde la Casa de Pilatos al Calvario donde Cristo murió para salvarnos. De donde a la Casa de Pilatos se le quedó el mote de Casa de Pilatos, con su Pretorio y todos sus avíos. Ese primitivo Vía Crucis desapareció con el tiempo, como todo, absorbido por la Semana Santa. Hasta que en 1957, y por iniciativa de su archivero, el historiador Joaquín González Moreno, los Duques de Medinaceli restablecieron el devoto ejercicio del Vía Crucis, creándose la Pía Unión de la devota estación a la Cruz del Campo durante el pontificado del cardenal Bueno Monreal. Hasta se pusieron en todo el recorrido azulejos de las 14 estaciones, con imágenes cofradieras sevillanas que representaban cada misterio.
Pero en 1971, por segunda vez, la Semana Santa se comió al Vía Crucis de su origen. Como Saturno devorando a sus hijos, pero al revés. En el histórico Vía Crucis de la Cruz del Campo, los capillitas no se podían lucir. Entonces, con ese gran motor de las tradiciones hispalenses que es la vanidad, el Consejo, despreciando la Historia, se inventó el Vía Crucis de las cofradías, llevando cada año a la Catedral una imagen en plan Jesucristo Superstar. Surgía así la anual Feria de las Vanidades del Consejo, que juega a las casitas de los premios Nobel con la elección de su Tríada del Roneo: Pregonero, Cartelista e Imagen del Vía Crucis.
Pero llegó Monseñor Asenjo y mandó parar. Hombre, a mí, la verdad, me hubiera gustado que el arzobispo hubiese restaurado el histórico Vía Crucis a la Cruz del Campo en el Año de la Fe. Siglos de Fe para el Año de la Fe. Pero importó el modelo madrileño de la JMJ 2011, sin Virgen de Regla y sin Papa. ¡Para qué lo fizo! El entusiasmo de los capillitas por el Vía Crucis de Asenjo ha sido perfectamente descriptible. Ha sido lepero: cero grados, ni frío ni calor. Incluso ha habido malvados hipocritones que por fuera babeaban el pastoral anillo de don Juan José, y le decían que muy honrados con llevar su Cristo al Vía Crucis, y por dentro, más falsos que Judas, siguen rezando para que el domingo llueva. Así se las gastan algunos gachós, ¿qué le voy a contar, monseñor Asenjo, que vuecencia no sepa? Lo que más me gusta del Vía Crucis de Asenjo es que los capillitas no tendrán apenas protagonismo. Me encanta cómo pone firmes y en su sitio a tantos figurones. Este año no tenemos Vía Crucis de la Cuaresma del Consejo: tenemos la Cuaresma del Vía Crucis de la Fe. Sea como fuere, todos los "yoyas" se saldrán con la suya: "Yo ya decía que el Vía Crucis..." Si sale bien, los yoyas dirán: "Yo ya lo decía, que esto iba a ser un éxito". Si sale mal, igual: "Yo ya lo decía, que esto no podía salir bien"...


-