ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


El beso sudado

Vuelvo, como el otro día, a la frase de los amantes de "Casablanca". La película, no la bodeguita de frente al Coliseo España, donde no se nota la crisis. Y nunca mejor traída la comparación que hoy. Así que el mundo hundiéndose y España en la ruina con 6,2 millones de parados (y Andalucía con millón y medio, y Cádiz con más del 40 por ciento de su población activa sin currelo), y nosotros aquí hablando de la sociología del beso... Más hay que decir del beso que del paro, por desgracia. Sobre el paro me pasa como a aquel predicador de la historia del presidente Lincoln. Cuentan que Lincoln fue al servicio religioso dominical en la iglesia evangélica de su barrio, que tenía un pastor pesado, pesado, pesado, como esos curas que se ponen a hablar en la homilía y no saben cómo terminar. Al salir del larguísimo servicio religioso, reunióse Lincoln con un amigo con el que había quedado citado. Se disculpó por su tardanza:

-- Perdona, es que he estado en la iglesia y el pastor ha estado hablando mucho tiempo.

-- ¿Y de qué ha hablado el pastor, Abraham, para tardar tanto?

-- Del pecado.

-- ¿Y qué ha dicho?

-- Que está en contra.

Yo sobre el paro sólo tengo que decir como el pastor de la parroquia de Lincoln: que estoy en contra. Por eso sigo con la saga del beso, en la que un lector me hizo ver, a propósito de "El Costal Besucón", que los ósculos de los costaleros lindan con los de esas señoras que te dicen en el verano, puf, qué asco.

-- Perdona que no te bese, pero es que estoy sudando y te voy a manchar de maquillaje.

¿Manchar? ¡Embadurnar! Los que usamos gafas les tememos a los besos de las señoras fundamentalmente porque, sea verano o invierno, a poco que te descuides te dejan toda las vitrinas de maquillaje de la cadena de perfumerías Aromas pegada a los cristales de tus lentes. Y si encima hay sudor, ni te cuento. Ya que hablamos del pastor evangélico de Lincoln, en la Biblia debería haber algo sobre esto: "Ganarás el pan con el sudor de tu frente, pero mientras estés sudando, no le pegues besos a nadie, porque es una guarrería".

El caso es que los países de clima frío son menos besucones que estas tierras nuestras de la sudorina facial. Ahora que me lo hizo ver el lector, lo más horroroso de los besos de los costaleros es el intercambio de chorrones de sudor. Chorreones es poco. ¡Bajantes de la Catedral de sudor! Por aquello precioso que dijo Dios a las cuadrillas en la Biblia del Costal: "Te ganarás el Cielo con el sudor de tu frente".

En las antiguas tabernas de Sevilla (como esa Casa Vizcaíno de la Plaza de los Carros magníficamente conservada, que no sé cómo no han declarado ya BIC y monumento de interés etnográfico único), ponían aquel cartel: "Prohibido escupir en el suelo por razones de higiene". En los copetines, còcteles, saraos y mangazos de copas de estas fechas ya calurosas, deberían poner un letrero similar, que dijese: "Por razones de higiene, queda terminante prohibido que las señoras te peguen dos besos si están sudando". Nunca he sentido tanto asco ajeno como cuando en el Mundial de Fútbol bajó S.M. la Reina a los vestuarios de la selección española y se puso a besar como las locas a los jugadores de la mal llamada Roja (sin gualda), todos empapados en sudor.

-- ¡Si besó hasta al que salió con una toalla a modo de taparrabos de la parte de por do más pecado había!

Es que hay señoras, incluso augustas señoras, que por un beso de supuesta cortesía a un caballero matan y mueren, aunque les caigan por la cara los chorreones del rebujito de sudor con maquillaje, qué asco. Vuelvo a mi tesis de esta saga besucona: ¡con lo bonito que es besar la mano de una señora!

-- ¿Y si es de las que les sudan las manos?

-- Usted lo que quiere es que coma el tigre y que pegue un rollazo tertulianesco hablando del paro...

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