ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Un largo etcétera

Me lo han dicho las alarmas de mi particular Observatorio del Tertulianés, que saben tengo montado sin necesidad de que nadie me lo pague en esta España donde ES no es la abreviatura del nombre de la Patria, sino acrónimo de "España Subvencionada". Me lo ha dicho el Observatorio del Tertulianés y también otros programas informáticos conexos que ponen la oreja en la calle y en los oyentes que llaman a los programas de radio para confirmar el aserto de Rafael el Guerra; en efecto, "hay gente pá tó". Hasta para, como servidor de ustedes, preocuparse por la degradación y empobrecimiento de la lengua española, entre el tertulianés y lo que no es tertulianés, entre la Logse y el lenguaje escrito en SMS inventado por esa generación "q t manda salu2 xque kiere".

Las referidas alarmas de las tonterías y mamarrachadas de la lengua hablada (por no decir de la escrita) se me han encendido porque cada vez anotan más una chorrada máxima: la de aquellos a quienes el "etcétera" de toda la vida les viene corto. España se nos ha llenado de alargadores de etcéteras. Yo conocía los alargadores de enchufes, esos cables que pones para que puedas colocar un ventilador por el verano donde te dé más fresquito. Conocía los alargadores de antenas de televisión, ya que los arquitectos ponen las tomas donde les parece y no donde la gente quiere sentarse a ver el fútbol. Hasta sabía de la existencia de alargadores de pene, y perdonen si los cito en horario infantil, porque sé que ustedes, mis respetados lectores, están hechos unos chavales. Pero, francamente, desconocía la existencia de los alargadores de etcéteras. ¿Dónde fabrican los alargadores de etcéteras? ¿Dónde los venden? ¿En Leory Merlín? ¿O es en Mercadona donde están en oferta los alargadores de etcéteras? Lo digo porque ya casi todo el mundo, cuando cita una serie o enumeración de algo, no se conforma con el "etcétera" de toda la vida. Ni incluso con el hasta hace poco clásico: "Y etcétera, etcétera, etcétera". La coletilla de toda enumeración que se precie tiene que ser ahora lo de: "Y un largo etcétera". ¿Qué pasa, que hay etcéteras cortos, etcéteras largos y etcéteras tamaño cadete? ¿Qué hay, acaso, números de tamaño y calibre de los etcéteras, como la lija del 4 o los fideos del 5? Y menos mal que dicen todavía lo de "un largo etcétera", pues me imagino que dentro de poco la expresión será: "Y un etcétera talla XL". Por lo visto, en cuestión de etcéteras, el tamaño también importa.

A mí estos largos etcéteras, tan grandes como los expresos europeos de la compañía Wagon Lits Cook, me recuerdan los Aves en doble composición de los puentes y vísperas de fiestas. Y no sé qué hubiera hecho con ellos don José María Pemán. Convirtiendo dorsianamente una anécdota en categoría teatral, don José estrenó en 1958 una divertida comedia titulada "Los tres etcéteras de Don Simón". Ambientada en la ocupación de España por las tropas napoleónicas, Don Simón Belalcázar es nombrado Gobernador General de la Provincia de Jaén, y en calidad de tal, visita el pequeño pueblo de La Fernandina. Don Simón es un hombre cultivado, mujeriego y vividor. El alcalde del pueblo, Lucas Tinajero, se apresta a atenderlo de la mejor manera posible. Sin embargo todo se complica cuando el regidor recibe órdenes de lo que debe preparar para recibir al gobernador afrancesado: alojamiento, comida, buen vino, "y etcétera, etcétera, etcétera". Y como el alcalde cateto no había oído en su vida la palabra "etcétera", pues se cree que lo que ordenaban buscar para Don Simón eran suripantas y piculinas. Pueden imaginarse el cachondeíto fino y gaditano que Pemán se monta en la picantona comedia con el equívoco de los Tres Etcéteras, hasta el punto que a la moza de partido oficial del pueblo, Marifácil, le ponen un mote precioso, La Etcétera, que más bien sobrenombre de guerra de sarasa parece. Y pienso, ¿no serán los del "largo etcétera" como el alcalde que le preparaba los tres etcéteras al Don Simón pemaniano, antes que Don Simón fuese sinónimo de tinto?

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