ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 
ABC, 15 de junio de 2013
 
Nuestro Japón
 
Ahora que está aquí el príncipe heredero del Japón, al que sevillanizan como Marujito, caigo en la cuenta de que para príncipes del Japón, los príncipes del colegio en los Jesuitas, ¿verdad, José Ramón Fernández Suárez? Japón entonces no estaba lejos. Caía cerquísima de Portaceli. En Japón, por lo visto, siempre era Día del Domund, y por eso todos los japoneses tenían cara de hucha de pedir una perrita para las misiones. En el colegio nada más que hacían hablarnos del Japón, y el Coliseo España de la proclamación de dignidades se convertía en un auténtico Japón cuando los mayores representaban "El Divino Impaciente" de Pemán y Joaquín Cuevas hacía de San Francisco Javier, al que se le cansaba el brazo de tanto bautizar japoneses. Del Japón llegaban de vez en cuando jesuitas que habían estado allí de misioneros y nos enseñaban como elementos exóticos los palillos que sus bautizandos usaban para comer. Claro, como en Sevilla no había entonces restaurantes japoneses, eso de ver palillos que no fueran castañuelas de granadillo era el asombro de todo el curso. Estos jesuitas que venían de tierras tan lejanas formaban un organismo con nombre enigmático, que creo yo que estaba en la Residencia de la Compañía en la calle Jesús del Gran Poder: la Procura del Japón.

Pero la verdadera Procura del Japón estaba en Coria, muchos años después, y habría de promoverla un animoso historiador local, ya difunto, Virginio Carvajal Japón, fundador de la Asociación Hispanojaponesa, a quien tuve la dicha de conocer y de escuchar de su boca la exégesis de la Embajada de Hasekura que recaló en el pueblo ribereño en 1614. Gracias a Virginio, como ha recordado su primo Juan Manuel Suárez Japón, rector de la UNIA, se puso en pie toda la historia de aquellos japoneses que recalaron en Coria de camino a Sevilla y que al probar los camarones y los albures y sábalos en adobo, así como la belleza de las corianas, decidieron quedarse en la patria de tantos futbolistas, como Rogelio o Ruiz Sosa, y de tantos poetas, como Rodríguez Mateos o Pineda Novo. El príncipe Marujito ha venido en realidad a conocer a sus primos de Coria, con el jesuita García Gutiérrez de cicerone. Y a comprobar lo que en Triana saben hace muchísimos años: que los Japón de Coria son completamente japones, con los ojitos rasgados así todos. Tanto, que si los cogen los americanos en California durante la II Guerra Mundial, meten a los 700 Japón de Coria en un campo de concentración. Mi difunto cuñado el trianero Pepe Alonso era Japón por parte de madre, Bermúdez Japón, y estaba orgullosísimo de que le dijéramos de guasa que tenía los ojitos medio cerrados, como su vecino y pariente José Luis Manzanares Japón o como José Manuel Suárez Japón, que si le gusta tanto el flamenco no es por la parte de Suárez, sino por el lado de Japón, como cuando el bailaor Koyima era figura en Los Gallos o aquella bailaora nipona, ¡imitaaaal!, que le decía a Chano Lobato:

-- Chano, cántame para bailar lo de los calamares.

-- ¿Cómo los calamares?

-- Sí, eso de los calamares que dice: "Te quiero yo/ más calamares/ que te parió".

Ahora, que el que cantaba bien los calamares del Japón era un coriano honorario, mi recordado Juanito Valderrama. Sin llamarse Japón y sin ser de Coria, sino de Torredelcampo, mi querido Juanito Valderrama era el más Japón que todos los Japones. Lo demuestra la historia del mariquita que quería colarse en el Teatro San Fernando por la puerta de artistas de la calle Muñoz Olivé, de válvula para oírlo cantar, y no lo dejaban entrar, y como venganza le dijo al portero:

-- Ea, pues si no puedo entrar a ver a Juanito, vaya usted al camerino y dígale de mi parte que quería verlo para decirle que si quiere algo para sus primos, que mañana me voy al Japón...

¿Sería que la embajada de Coria siguió luego para Torredelcampo? En plan Virginio Carvajal Japón, se lo tengo que preguntar a Dolores Abril.

 

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