Sevilla es Copenhague con Giralda. Chispa más o menos. Así lo ha anunciado el Ayuntamiento, vulgo Consistoriom (en cursi), con un ardor bicicletero que no lo supera el Tío de la Mariscada, quien por cierto ha anunciado que no se presentará más a las elecciones, por lo que ha bajado a mínimos históricos la cotización de la langosta, mientras que Mariscos Emilio, tras quedarse con La Isla de la calle Arfe, ha hecho acopio de crespones negros para ponerlos en sus establecimientos cuando llegue el triste momento de la despedida.

En la actual política municipal de "que no se mueva un varal de la Sostenibilidad de la Movilidad y que no se note que Monteseirín se ha ido", el Ayuntamiento ha anunciado que se va a gastar casi 770.000 euros en la conservación de carriles bici durante los próximos dos años.

-- ¡Quién fuera carril bici! --exclaman, llenas de envidia las aceras del barrio de....................(ponga aquí el lector el nombre de su barrio con el acerado chungo).

-- ¡Quién fuera carril bici! --exclaman los baches de la calle......................(ponga aquí el lector el nombre de esa calle por donde tiene que pasar todos los días camino del trabajo y que le está haciendo polvo la suspensión del coche).

¿Destinaba tanto dinero la anterior corporación a la conservación de los carriles bicis? Mantener los carriles bici de dulce, mientras que se deja que les den por saco a los coches con el bacherío de las calles es como un homenaje a Monteseirín y a la Sostenibilidad de la Langosta del otro. La cantidad consignada de 770.000 euros son casi 130 millones de pesetas. Eso sin contar con algo insólito: que este Ayuntamiento sigue haciendo carriles bicis como los anteriores, con igual ardor. O más. Ha puesto carril bici hasta el Club Pineda, como comenté el otro día.

El Ayuntamiento de los 20 Concejales, 20 que disimulan tan divinamente que tienen la mayoría absoluta está, además, muy satisfecho con que Sevilla haya sido clasificada en la lista de ciudades amigas de la bicicleta «Copenhagenize Index 2013» como la cuarta mejor del mundo para ir en bicicleta, "quedando sólo por detrás de lugares con décadas de cultura ciclista como Amsterdam (primera), Copenhague (segunda) y Utrech (tercera)".

Pues no sabed usted lo que me alegro, señor alcalde.

Ahora, que me alegraría más si en esa lista del pedaleo urbano las primeras ciudades fueran de nuestra propia cultura latina. Viendo esas tres ciudades bicicleteras, me he acordado de la división de Europa que hacía Ortega y Gasset. Para Ortega, había dos Europas: la Europa protestante de las patatas cocidas y la Europa católica de las papas fritas. Las ciudades de la excelencia ciclista son protestantes y de patatas cocidas. No hay en la lista una gran urbe católica y de patatas fritas, como París mismo. O como Roma. No hay en la lista de las capitales bicicleteras una sola ciudad de nuestra propia cultura latina. Nos gozamos de una transculturación. La bicicleta es para hablar alemán, holandés, danés, una lengua de los bárbaros que acabaron con el Imperio Romano. En tiempos del imperio de modernidades, peatonalizaciones, movilidades, sostenibilidades y mamarrachadas de Monteseirín, la bicicleta entró en Sevilla, mutatis mutandis, como los bárbaros en Roma. Se entabló una lucha entre el coche y la bicicleta en la que ganó la bicicleta...que es como si en las fiestas de moros y cristianos ganaran los moros. Toda la ciudad se plegó a la dictadura de la bicicleta. No peatonalizaron: abicicletaron, que no es lo mismo. El ciclista va por Sevilla como un dictador triunfante que en su caballo blanco entra en una ciudad conquistada.

Y la otra cara de la moneda. Según el "Romanize Index 2013", que me acabo de inventar, Sevilla es la primera ciudad del mundo donde más por saco dan a los peatones las dichosas y dictatoriales bicicletas.