ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 
ABC, 12 de noviembre de 2013
 
Los camareros de Aida
 
     Aunque el edificio del teatro es horroroso y su nombre más todavía, no sabemos los sevillanos lo que tenemos con al marido de la Real Maestranza de Caballería: con "El Maestranza". Del edificio del teatro, horroroso, ¿que quieren que les diga? Lo que pasa es que "cariño le toma el preso/a las rejas de la cárcel" y se ha incorporado ya a Sevilla. Incluso a la más rancia, cual el Pregón. (Aunque yo no me imagino a Rodríguez Buzón dando su memorable pregón allí). Eso, en cuanto al edificio. En cuanto al nombre, no sé a quién se le ocurriría. Cuando lo construían, a alguien quiso ponerle "Teatro Reina Doña Sofía". Y con lo que le gusta a la Reina un violoncelo y una cultura, hubiera sido perfecto. Pero le pusieron ese mote de "Maestranza" tan equívoco, que la gente relaciona con la Plaza de los Toros, cuando allí no hubo más Maestranza que la de Artillería, sobre cuyo solar se edificó y cuya fachada cuartelera conserva.

En este mal llamado Teatro de la Maestranza transcurre la vida de una ciudad cultural de la que no hablan por ahí cuando nos ponen verdes a los sevillanos. La Sevilla de la Real Orquesta Sinfónica, la de la ópera. Verían en la portada de ABC la última ópera montada, "Aida", con la producción del Liceo de Barcelona y el Festival de Música de Santander, y con los históricos decorados que Mestres Cabanes diseñó en 1945. Una ópera con todos sus avíos, nada de moderneces como aquella "Tosca" que vi en Los Ángeles, donde Plácido Domingo iba de gánster de Chicago años 30. Una ópera clásica con un montaje clásico, con más de 200 personas en el escenario; con ese coro fastuoso de la Asociación Amigos del Teatro de la Maestranza; con un ballet delicadísimo. Una ópera clásica, con su soprano gorda, gorda, gorda, y su tenor con voz de eternamente cabreado, como está mandado (los tenores siempre están mosqueados porque la gorda no les hace caso). Una Sevilla, pues, deslumbrante la de "Aida" en el Maestranza. Un teatro de calidad máxima que mantiene a trancas y barrancas, pese a los recortes, Pedro Halffter, a quien felicito desde aquí por su trabajo de tantos años.

Pero como "Aida" dura cuatro horas y tiene tres descansos, tres, descubrí algo único en el teatro de la ópera: el coro y ballet de los más que eficaces camareros del bar de su sótano. ¡Qué espectáculo verlos trabajar! ¿Usted sabe lo que es servir tapas y copas a 300 personas al mismo tiempo en menos de los 20 minutos que dura el descanso? Pues lo consiguen. Nos quejamos que en la hostelería, la primera industria de Sevilla, falta profesionalidad en los camareros. Yo sé por qué falta: porque toda la tienen los camareros del ambigú del Maestranza. Son como los antiguos camareros de Catunambú, de Casa Navarro o de Los Corales, rápidos, veloces, que como en una danza se cruzan y entrecruzan detrás del mostrador, cada uno a lo suyo, corriendo si hay que correr, sin tropezarse nunca, como hormiguitas de Fórmula 1. Así eran antes todos los de Sevilla. En menos que Torrijos pela un langostino te sirven tu cerveza, tu pincho de tortilla, la cocacola de tu mujer y su medianoche. Y te dan unas almendritas, y te cobran, y te traen la vuelta, y se ponen a atender a otro de los siete mil espectadores que hay detrás esperando. ¿Los ensaya Pedro Pedro Halffter o es el coreógrafo Ramón Oller? Porque es una deslumbrante coreografía de la eficacia, el buen servicio y la rapidez. Tanto que, de vuelta, al pasar por el Arco del Postigo me preguntaron:

 

--¿Qué te ha gustado más de "Aída"

Sin dudarlo respondí:

-- Los camareros del ambigú. ¡Una maravilla!

En todas las óperas triunfan con su profesionalidad los camareros del bar del sótano. Tanto, que están para pedirles un bis. O dos. ¿Por qué se creen, si no, que en "Aida" había tres descansos? Para que se lucieran los camareros de ese ambigú tan atestado de gente que parece que iba a salir la cofradía de Radamés a los sones de la Marcha Triunfal de "Aida".

 

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