ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


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ABC, 28 de noviembre de 2013
                                
Catedral sin Dios
 
    De entrada, para que no haya equívocos, hoy debo confesar...

-- ¡Adiós, Isabel Pantoja!

Bueno, pues hoy debo reconocer, para que la guasa del lector no me haga abuela del niño de Paquirrín. Hoy debo reconocer, para que no haya el menor equívoco, que soy partidario del señor arzobispo, de don Juan José Asenjo Peregrina.

-- ¿Ese del que usted dijo que tiene nombre de árbitro?

Ese. Pero de árbitro de los buenos, ¿eh?, de árbitro de Primera, de los que, como los grandes presidentes de las corridas de toros, no se nota que están, de bien que lo hacen y de los pocos follones con el respetable que crean. Admiro a monseñor Asenjo por la firmeza de su pensamiento pastoral, por su valentía en la proclamación de la Verdad del Evangelio, caiga quien caiga, sin demagogias modelo Renault Cuatro Latas y esas modas que ahora se llevan tanto en la Iglesia.

Dicho lo cual...

-- Ofú, eso que acaba usted de decir es tertulianés puro. Está visto que todo se pega, menos lo bonito.

Pues el bonito mío que sea Albo, y con mayonesa, no me vaya usted a dar Hacendado, lector de la guasa. Quiero decir que sentado que soy no sólo partidario, sino ferviente seguidor del señor arzobispo (como no me gustaba ni pizca el anterior), he de decir que me ha llenado de dudas y perplejidades. Bueno, la duda cuentan que es el mejor camino hacia la verdad. "La verdad y otras dudas" tituló magistralmente Rafael Montesinos uno de sus libros. La duda que me ha dejado el señor arzobiospo es gorda, y me parece que por lo menos con dos trayectorias. Ha sido por las palabras que ha pronunciado al inaugurar An Cá Pulido (en catalán de La Caixa, "Can Antoni Pulid") el "I Seminario Internacional sobre Catedrales y Monasterios, Patrimonio Mundial". Ha dicho allí don Juan José: «Una Catedral sin Dios sería un mero museo, se habría malbaratado su esencia».

--- No sé por qué duda usted tanto y anda tan perplejo ante esas palabras, si total, es lo que usted viene sosteniendo desde hace tantísimo tiempo, desde la Magna Hispalense de cuando Expo...

Pues por eso mismo ando perplejo, mi querido y jartible lector. Porque no sé a qué Catedral se refería don Juan José. A la de Sevilla, desde luego que no. En absoluto. Por eso puede permitirse el lujo de decir esas palabras, porque bajo su pontificado la Patriarcal y Metropolitana es todo lo que quieran, menos un museo.

-- Por ejemplo, un Parque Temático...

Menos guasa, amigo. Que digo que monseñor tiene que referirse a Catedrales de por ahí fuera, porque la Catedral que depende de su jurisdicción y de la de su deán es todo lo que quieran, menos un museo. En la Catedral, sea la hora que sea, puedes entrar libremente para rezar ante Dios por cualquiera de sus puertas, siempre abiertas: ora por la de San Miguel, como las cofradías; ora por la Puerta del Baptisterio, la que barría Rafael Conde el estanquero de la Avenida para la novena de la Virgen de los Reyes; ora por la Puerta de los Palos. Y cuando entras en la Catedral de Sevilla sabes que allí está Dios, porque no hay azafatas que te veden el paso, ni vigilantes de seguridad que te controlen, ni hay vallas, ni taquillas, ni tornos, ni tienes que enseñar el DNI de sevillano ni nada. La Casa de Dios es la casa de todos, y a todos nos dejan entrar. Nada más lejos de un museo. Por eso está muy bien dicho cuanto ha proclamado monseñor Asenjo en ese seminario, pues sabido es el firme pulso con que don Juan José sabe poner orden en los seminarios más desviados de la Verdad. (Voy a meterme en la cartera el recorte de ABC con esas palabras del arzobispo. Cuando entre en la Catedral, lo llevaré en la mano. A ver si enseñándoselo a la azafata siesa de la valla me deja pasar para rezar ante el altar del Jubileo cuando se esté oficiando allí un solemne culto de esa Patriarcal y Metropolitana que con su penumbra te decía antiguamente que allí estaba Dios, y no Viajes Halcón.)

 

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