ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


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ABC,  20 de diciembre de 2013
                                
 
Irene Vázquez vuelve a su Sevilla
 
  No hace ni un mes. La noticia seguramente le sobrecogió entonces, como me mete el corazón en un puño ahora que la recuerdo. Irene Vázquez Romero, profesora de la Universidad Francisco de Vitoria de Madrid y esposa del abogado José María Michavilla, el que fue ministro de Justicia en el Gobierno de Aznar, había muerto en Madrid a los 40 años, tras haber dado a luz a su quinto hijo, a consecuencia de un accidente vascular que la tuvo dos semanas entre la vida y la muerte irremediable. Irene era ya madre de cuatro hijos, entre los 18 y los 9 años, y este quinto era ese niño pequeño que vuelve a llenar de alegría una familia. Y cuentan que impresionó a todos el sentido cristiano con que la familia afrontó aquellas dos terribles semanas entre la vida y la muerte. Cada día, en la misa, le pedían a Dios por Irene, hasta que se la llevó definitivamente y les dejó a su quinto hijo naciendo a la vida. Dios, Dador de Vida, cuentan que se la dio a quienes habían encontrado en el final de Irene tanta muerte. Aún están impresionados los amigos de José María, que tras el funeral en la parroquia de Santa María de Canáa de Pozuelo, con sus íntimos Alejandro Sanz o Shakira y con medio Madrid, recibieron un tarjetón que ponía: "Mucha gracias, gracias desde lo mas profundo. habéis conseguido que hoy haya sido un día bonito para mí y mis hijos, que es lo que más me importa. Pero también un gran consuelo para tanta gente que está desconcertada ante la tragedia y ha podido atisbar el profundo mensaje de amor de Dios que se esconde detrás de ella. !Gracias! Ahora viene lo más difícil pero sé que esta familia cuenta con la cercanía de Irene y vuestra amistad, cariño y oración."

La cercanía de Irene... A Irene Vázquez, ay, le encantaba Sevilla, ciudad de las raíces de su familia materna. Le llamaba Sevilla a todo lo dichoso. Nació en Madrid, pero ya en el mismo día de su nacimiento la apuntaron en la Hermandad del Cristo del Amor. Esperanza Romero, su madre, sevillana, es hija de uno de esos cofrades antiguos, compadre de Rodríguez Buzón. El abuelo de Irene sentía por su nieta un cariño especial. Durante toda su infancia y juventud Irene junto a su hermano Rafael pasó largas temporadas en Sevilla, además de las vacaciones. Irene disfrutaba como una sevillana más de todas nuestras cosas, siempre acompañada de sus primos sevillanos, a los que sentía como sus hermanos.

Inculcó este amor por Sevilla primero a su marido y después a sus hijos. Cuando comenzó su noviazgo con José María Michavila, vinieron de visita a Sevilla a que le familia le diese la venia al "novio de la niña". Niña que convirtió a su novio, que es de Castellón, con lo lejos que está Castellón, a la verdadera fe de Sevilla y de su Semana Santa; y lo hizo, como está mandado, hermano del Amor. Cofradía en la que siguen saliendo tres generaciones de Michavilas, desde su hijo Pepe, con la túnica de La Borriquita, hasta su suegro, Benjamín Michavila, general del Ejército del Aire. No había un año que Irene no viniese a la Feria. Cada abril con un nuevo traje de flamenca, naturalmente. Costumbre que han ha seguido con sus hijas Irene, Beatriz y Ana, que parecen tres sevillanas más. De niña, a Irene le encantaba pasearse con su padre a caballo por la Feria y ya de mayor no se perdía una tarde de toros. Y el Parque. Para Irene el Parque era como el "...y Sevilla" del poema andaluz de Manuel Machado. Un viaje a Sevilla sin un paseo por el Parque no era viaje. Cuando llegue Semana Santa, cuando llegue la Feria u hoy, cuando los compañeros de José María Michavila se reúnan aquí con él con motivo de la Navidad, todos recordarán la sevillanía de Irene. Y como de sobra saben todos que la muerte no es el final, están convencidos de que Irene volverá a Sevilla, en el recuerdo de aquella bella profesora y madre. Me acordaré de la grandeza de su vida y de su muerte cuando el Domingo de Ramos por la mañana entre en El Salvador a ver los pasos y contemple tras la cruz del Cristo del Amor el pelicano que se desangra a sí mismo para alimentar a sus hijos. Como el pelícano del supremo Amor, así la muerte de Irene, que hoy vuelve a su Sevilla en el recuerdo de José María y de sus amigos.

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