Habíamos dejado a la viajera redactora en la nada quevedesca "taberna del Góngora" y desde allí tiró hacia el río: "No sabíamos --dice-- que Sevilla tenía puerto, pero dando un paseo cerca de la Torre del Oro, llegamos cerca del estadio del Betis, y allí pudimos ver una cosa que nos llamó mucho la atención. Los pabellones estrambóticos (algunos) de la Expo de 1929 (sí, sí, del 29 no de 1992). El que más nos gustó fue este de Guatemala, aunque todos tenían cosas curiosas para quedarse un rato." Alguien, Gregorio Serrano, delegado municipal de Turismo mismo, tenía que haberle explicado que el Campolbetis no está cerca de la Torre del Oro, y que Sevilla no tiene puerto, sino muelle. Que en Sevilla no hay más puerto que el de la copla: en ese penal del Puerto, Puerto de, Puerto de Santa María. En todo caso, se escribe "puerto", pero se pronuncia muelle. Y en cuanto a los pabellones, ¡de lo que nos enteramos con Vueling! Nada de Plaza de España ni de plaza de América: Guatemala. Yo me creía que la mayoría de los pabellones de la Exposición eran regionalistas o historicistas. Pues no: son Estilo Estrambótico. El mismo estilo que la Sevilla de la revista de Vueling.

Que sigue: "Al día siguiente fuimos a conocer el barrio de Santa Cruz... Nosotros entramos por aquí, el callejón de la calle Judería." ¡Y ponen el dibujo del arco de entrada al Patio Banderas! Que no es "el callejón de la calle Judería". ¿En qué quedamos? ¿Callejón o calle? Y continúa: "Todos los rincones que encontramos por el barrio de Santa Cruz parecían sacados de novelas de época. En esta esquina, por ejemplo, podría haber aparecido Don Quijote en cualquier momento". Y colocan el dibujo de la tapia de la casa del Conde de Luna en la Judería, donde lo que podía haber aparecido era nada menos que el magnolio de "Ocnos" de Cernuda que allí recuerda un mármol. Pero no le echéis margaritas a los cerdos, digo, hojas del magnolio de "Ocnos".

Sigamos leyendo: "Por la tarde quedamos con un amigo de Sevilla y no creáis que es fácil quedar con un sevillano en la ciudad, porque se inventan todos los nombres de los lugares y monumentos. Ésta por ejemplo no es la estatua del Cid, es "er caballo" y a la fuente de la plaza de San Leandro sólo se la conoce como "la pila del pato". Audición de campanas de los profundos duales sevillanos, pero sin saber ubicarlas. En Sevilla le decimos El Caballo al Caballo porque desde que van a entregarle el Premio Taurino ABC, no hay más Cid que Manuel Jesús "El Cid", un Cid que por cierto suele andar chungaleta total con la tizona. En cuanto a la Pila del Pato, ¡anda que no hay que ser patoso ni ná para creer que es la fuente de la plaza de San Leandro! Se ve que no han escuxhado al Pali. Menos mal que al final se salva la redactora de tanta paparrucha sobre Sevilla. Dice: "Sin duda un gran contraste salir del barrio de Santa Cruz o del centro, con sus casas bajas, iglesias...y encontrarnos con "las setas" de Sevilla, una mega estructura que todavía no nos quedó claro lo que era." Lo que sí queda claro es que a nadie, ni a los guiris de Vueling, le queda claro no sólo qué demonios son Las Setas, sino para qué sirven y por qué se hicieron. Son, más o menos, como la Sevilla de estos guiris: una paparrucha como una catedral. (Lo malo es que ahora han traído de tres en fondo a redactores suizos de turismo con motivo de la inauguración de la línea aérea Sevilla-Basilea. ¡A saber las paparruchas que van a tener que leer sobre Sevilla en la revista de la compañía los pasajeros de Easyjet! ¿Qué Sevilla estamos vendiendo al turismo?).

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