Como me encanta la sociología parda, he observado un hecho que someto a su consideración. ¿Usted se ha fijado que en el centro cada vez hay menos farmacias? ¿Y sabe usted por qué? Pues porque ni los turistas ni los canis ni los de los pueblos que llenan el centro los fines de semana compran allí los nolotiles y los franadoles, ¿verdad, Pedro Caballero Infante? La población se ha ido del centro y, con ella, las farmacias. Donde en la Avenida estaba la Farmacia de Cuerda, de la familia de aquel capitán republicano que sale de héroe aclamado en las fotos sevillanas del 14 de abril de 1931, ahora acaban de abrir la novedad de las novedades: un chino. Pero un chino muy particular. Un chino así como de lujerío, nada cutre, especializado en teléfonos móviles, como otro orientaaaaaal igual de elegante que han puesto en los soportales de la calle Imagen.

Evoco la farmacia de Cuerda y recuerdo la Botica del Globo, clásica entre las clásicas, en la calle Tetuán. O la Farmacia del Salvador, que era un museo de tarros para las fórmulas magistrales, y donde ahora hay un "Va por ti, Montoya", que me parece como un homenaje a "El Patio" del Monty en ABC. Y evoco la farmacia que había en la calle Sierpes, junto al Imperial. O la de Alfonso XII frente a la Escuela de Estudios Hispanoamericanos. ¿Y la Farmacia Central en La Campana, con su techo de frescos como los del Teatro San Fernando, en el edificio que derribaron para levantar, lagarto, lagarto, El Ocaso y cuyos bajos ahora ocupa Zara?

¿Dónde están esas farmacias que evoco? Pues donde se fueron los sevillanos del centro que compraban en ellas: en los barrios. Siguiendo con mis ejercicios de sociología parda les recomiendo que vayan a la calle Sierpes, entren por la esquina del difunto Laredo que en paz del mal gusto hortera descanse, y sigan en dirección a La Campana, pero mirando hacia arriba mientras caminan. Verán ustedes que todos los pisos altos están vacíos. Allí no vive un alma. Esos altos del edificio racionalista de Auto Ibérica donde tenía su biblioteca el humanista Miguel Romero Martínez son ahora una dependencia más de una tienda de cosmética y perfumes de los siete mil millones de tiendas de perfumes que han abierto en Sevilla. Miren los altos de Sierpes, los altos de Sagasta, los altos de Tetuán. Todos deshabitados y sin uso aparente. ¿Qué son? ¿Almacenes de los negocios los que antes eran pisos donde vivían los comerciantes de la planta baja? No sé. Pero es que se mete usted por Amor de Dios y pasa lo mismo. Y por Trajano. Y por Méndez Núñez. Y por Muñoz Olivé. Y por Rivero. Y por Cuna. El centro se ha despoblado, Sevilla es una ciudad muerta a partir de la hora de cierre de los comercios...salvo que haya bares de copas, modelo Alfalfa, Pescadería y Salvador o modelo Arfe. Lo que me sorprende, oh milagro de Sevilla, es que cuando amanezca el Domingo de Ramos, verá usted cómo muchos balcones de esos pisos deshabitados de la ciudad muerta tendrán sus colgaduras de rojos damascos con galones dorados...