ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC,  22 de marzo de 2014                  La Semana Santa en El Recuadro
                                
 
El Ave de ruán
 
Como Cernuda y Bécquer, como Murillo y Velázquez, el Ave nació en Sevilla. Cuando la Expo del 92. La Expo del 29 nos dejó un trenecito en miniatura cuyas locomotoras llevaban los nombres de las carabelas de Colón y que, como tantas cosas de aquel certamen, la desidia de Sevilla dejó perder. Pero la Expo del 92, que era la del 29 con los números al revés y el mismo impulso de transformación y expansión de Sevilla, nos dejó no un tren en miniatura, sino un tren de verdad. A los catalanes les habían puesto mucho antes el Puente Aéreo desde Madrid y lo envidiábamos desde el viejo aeropuerto de San Pablo. Con el pretexto de la Expo, a los sevillanos nos pusieron algo mejor que el Puente Aéreo: el tren de alta velocidad, inicialmente TAV y luego Ave. ¿Obra de Felipe González? Pues sí, hay que anotárselo en su haber, lo que hago en justicia, ¿passsa algo? Hay quien dice la Sevilla del siglo XX tuvo dos grandes alcaldes a los que se debe la ciudad que ahora conocemos y que, paradójicamente, nunca se sentaron en el sillón de la Casa Grande, a saber: el Rey Don Alfonso XIII con la Exposición del 29 y Felipe González con la del 92. Puede ser. Es bastante probable que así sea, aunque yo añadiría a Don Juan Carlos al lado del jefe de su Gobierno en aquellas calendas.

Pero a ese Ave que nació aquí, en Santa Justa, un día de primavera de 1992 y que luego habrían de pedir todas las ciudades españolas y que incluso acabaría ganando en número de pasajeros al famoso Puente Aéreo Madrid-Barcelona, le faltaba sevillanía. Renfe se la acaba de poner, al anunciar la puesta en marcha del "vagón silencioso". El Ave se incorpora, así, a la propia dualidad barroca de la ciudad. Ya hay dos Aves a Sevilla:; el haz del Ave con los tíos habla que te habla por el móvil y el envés del Ave de los vagones silenciosos, donde están prohibidos los teléfonos y donde toda quietud tendrá su asiento reservado por el mismo precio que en los coches de los chillidos y del ejecutivo que nos lleva con el alma en vilo desde Sevilla lo menos hasta Puertollano, llamando una y otra vez a su secretaria para preguntarle si llegó ya el camión que Escalante dijo que iban a mandar y ésta es la hora que no ha llegado. O el otro ejecutivillo que no para de angustiarnos con sus llamadas sobre un pagaré que Bustamante prometió que iba a atender y que Bustamente le ha dejado colgado, porque todo el vagón se entera que Bustamante no paga ni quemado, y que Escalante no tiene palabra, porque dijo que iba a mandar el camión con porte a su cargo y el camión nunca llegó.

Perderemos en el vagón silencioso del Ave conocimiento de las vidas ajenas que nos importan un pimiento, los culebrones que escuchamos por los móviles: el que se pelea con la novia a la altura de Córdoba, pero antes de Ciudad Real sabemos que, hombre, por fin, ya han hecho las paces y se mandan besitos. O el que dice la frase de reglamento:

-- Perdona si se corta, es que voy en el Ave...

Hay dos localizaciones que los tíos a los que llaman por teléfono dicen indefectiblemente, como si al otro le importara: el "estoy en los toros" y el "voy en el Ave". Nunca le he oído a nadie: "Perdona, pero estoy en el fútbol". Perderemos estas historias, pero ganaremos en sevillanía. Habrá algo tan sevillano como un Ave de silencio. Me imagino que ese vagón silencioso estará siempre en cola. Porque ahora habrá Ave de cola, el de silencio, y Ave de capa, el de los móviles. Un Ave de ruán y un Ave de sarga blanca y antifaz de colores. Un Ave de esparto y un Ave de cíngulo. Un Ave de silencio y un Ave con la Banda de las Cigarreras de los móviles. A esto le llamo yo sevillanizar el Ave. ¿Un Ave de penitencia, dice usted, el Ave de silencio? ¡Qué va! De penitencia es el otro, el de los móviles echando humo con historias de las que se entera todo el vagón. Por los duales y las contradicciones barrocas de Sevilla, el Ave de ruán, el Ave de silencio, será paradójicamente un Ave de gloria. En la gloria iremos, sin que nos den la coña telefónica del dichoso camión de Escalante y del joío pagaré de Bustamante...

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