Canorea, 4; Zoido, 0.

Pero cero patatero con albero. La Empresa Pagés (que se escribe "Empresa Pagés" y se pronuncia "Canorea") ha puesto la Feria taurina cuando tenía que estar ya celebrándose la de Los Remedios, con este Puente de los Madrileños del Ave que este año no van a encontrar ni "faralaes" ni "calesas", como dicen ellos. No sé cómo habrá acabado lo de anoche, la Rebelión del Pescao Frito: los sevillanos le han querido echar a la tradición de almanaque de la Feria mucha más afición que el alcalde, que cada día está haciendo más monteseirinadas, como gastarse 200.000 euros (33 millones de pesetas) en un túnel de tiro para la Policía Local, cuando podía perfectamente usar la galería de la Nacional, que no creo que tenga "overbooking".

A lo que iba, antes que me indignara con los derroches del lumbrera de los 20 concejales, 20. La gente se ha rebelado con la Noche del Pescao porque los que ponen caseta saben de Feria bastante más que Serrano y Zoido juntos. Sevilla quiere Feria en abril, como la ha tenido Mairena del Alcor. Y podía haberla tenido. Para aprovechar el Puente del Primero de Mayo como lo aprovecha Canorea, de ahí el minuto y resultado con el que, a modo del botoncito de Currito en la Prueba del Alumbrado, accionaba el motor de arranque de artículos.

¿Cómo irá la gente a los toros hoy, a la corrida de Montalvo que es como la Noche del Pescao del abono ferial? ¿Vestida como hay que ir o de trapillo y de comer pipas, como está degenerando aquello? La gente de Madrid, cuando viene a Sevilla, se maravilla de lo bien vestida que va (¿o que iba?) la gente a los toros en Sevilla. Como hay que ir. ¿No se viste uno para ir a misa los domingos? Pues los toros en la plaza del Arenal son la liturgia laica de las fiestas de guardar. Aunque, ay, cada vez hay más descorbatados y descamisados en los tendidos de sombra y en las barreras.

Y en el callejón, ni te cuento. El día del debú con caballos de esa nueva esperanza de Sevilla que es el sobrino de Curro Romero, el señor empresario iba en mangas de camisa y vaqueros. Excepto el burladero de la Real Maestranza, los que van de valvulina al callejón no se ponen una corbata ni aunque se lo mande el médico, el doctor Vila. ¿Es acaso el uniforme oficial del Gremio de Trincones, el atuendo de gala de la Orden del Pescuezo? Por cierto: igual que en el recorrido del Gran Poder no cabe una sillita de los chinos más, en el callejón de sombra de la plaza de los toros no cabe un burladero de gañote más. Antes en el callejón estaban los que tenían que estar: las cuadrillas, los apoderados, los mozospás, los médicos, los areneros, los mulilleros, los guardias, el delegado gubernativo y pare usted de contar. A imitación de Las Ventas, toda la sombrar es ya un burladero corrido. Gratis total. Miren el callejón de sol: los picadores, los monosabios, los guardias y listo. Y ladrillo, que se vea el ladrillo de las barreras. Hermosísimo. Así estaba la sombra, hasta que llegaron los gorrones pintamonas descorbatados, que te los encuentras cuando vas a entrar y quieres cederles el paso, y te perdonan la vida diciéndote:

-- No, yo voy al callejón. Me ha invitado la empresa.

Para que empezara cumopliéndolo el propio empresario, debería poner en esos pases de callejón: "Etiqueta obligatoria: corbata y traje color garbanzo de ir a los toros de toda la vida en Sevilla". Porque va a llegar el día en que en el callejón nada más que va a estar bien vestido el torilero, que va como hay que ir. Obsérvenlo cuando ha sonado el tararí de los clarines y se pone ante la puerta para comprobar que el ruedo está despejado y abrir el portón. Con su gorra de plato de uniforme, va el hombre perfectamente trajeado y encorbatado. Va de Emidio Tucci y oro.