ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC,  5 de junio de 2014                 
                                
 
Bronce para un Rey
 
Hablamos del Rey de España y no caemos en la cuenta de que en la realidad de la Historia y de la tradición es el Rey de las Españas. Porque si a esto le quitamos la Historia y la tradición, pues ya me contarán ustedes: nos quedamos con un peluso tremolando debajo de las Setas de la Encarnación una bandera de tres colores, como una tarrina de helado compuesto de Rayas. El de España lo es en tanto en cuanto Rey de Castilla, de León, de Aragón, de Valencia, de Mallorca, de Toledo, de Galicia, de Algeciras, de Granada, de Jaèn, de Córdoba...

...¡y de Sevilla!

El Reino de Sevilla. El de San Fernando y Alfonso el Sabio, antes Burro. Lo más hermoso de todo esto es que cuando el día 18, que es la víspera del Corpus, echen romero y juncia por la gran calle de Alcalá, porque las Cortes habrán proclamado Rey a Don Felipe VI, en Sevilla podremos contemplar la grandeza del Reino desde otra perspectiva: "Ea, ya tenemos a otro Rey de Sevilla, a otro sucesor de San Fernando". No se olvide que cuanto ha pasado en las últimas horas ha sido por voluntad de la Virgen de los Reyes, que, hablando en plata, lo dice bien clarito en su baldaquino: "Per Me Reges Regnant".

Así contemplada la Corona de España, considerado el soberano como Rey de Sevilla, es natural la especial vinculación de los monarcas con nuestra ciudad. Aquel Rey de Sevilla que era Alfonso XII hizo algo muy clásico de España: a la hora de casarse, vino a su pueblo a echarse novia, y fue cuando un romance de amor empezó a sonreír en el Parque de los Montpensier. Y el hijo de Alfonso XII, Don Alfonso XIII, fue otro gran Rey de Sevilla. La ciudad que conocemos, la que vivimos, la que soñamos, la que sufrimos, es el resultado del amor por la capital de los dos últimos Reyes de Sevilla: Don Alfonso XIII y Don Juan Carlos I. Conocen la obra de Lope de Vega, "El mejor alcalde, el Rey", ¿no? Pues eso ha pasado aquí. Los dos mejores alcaldes que ha tenido Sevilla en el siglo XX han sido dos reyes: Don Alfonso XIII y Don Juan Carlos I. Por su voluntad y deseo dio Sevilla los dos grandes estirones que la engrandecieron. Alfonso XIII pensó en Sevilla para la Exposición Iberoamericana de 1929; su augusto nieto Don Juan Carlos I pensó en Sevilla para la Exposición Universal de 1992 y mandó a su leal Manuel Prado y Colón de Carvajal a que lo consiguiera ante el BIE de París. Los dos Reyes animaron los certámenes que supusieron la transformación urbanística de Sevilla en los dos cabos del siglo XX, a comienzos y a finales.

Mejor que yo pueda hacerlo ahora, Francisco Robles recordaba el martes en su artículo "La Sevilla de Juan Carlos" esta expansión de la Sevilla de la Expo, del Ave, de San Pablo, del Maestranza, de Santa Justa, de la SE-30, de los nuevos puentes y del río corriendo bajo ellos... Y proponía Robles algo que lo lees y preguntas que dónde hay que firmar, cosa que modestamente hago aquí: "Es la Sevilla de la democracia y de las libertades. La Sevilla de nuestra propia vida. La que debería plantearse seriamente el encargo de un monumento al Rey que la sacó del siglo XIX para dejarla en el XXI."

¡Pues naturalmente que sí, que Sevilla le debe un monumento a Don Juan Carlos! No le vaya a pasar como a su egregio abuelo, a Don Alfonso XIII, que como agradecimiento por lo del 29 Sevilla le dedicó un puente, el Puente de Hierro, pero desmontaron ese puente y se quedó sin más recuerdo que el nombre de un hotel, vamos, memoria de Viajes Halcón... Don Juan Carlos tiene ya en Sevilla un paseo, en el borde del río. Mejor suerte ha corrido que su abuelo, que le desmantelaron su puente y lo mandaron a paseo. Pero en justicia debemos pedir algo más imperecedero. Aquí donde se le hace un monumento a todo el que pega dos jipíos o dos muletazos debemos bronce de gratitud al Rey que impulsó la ciudad que tenemos, cuando nadie, y yo el primero, creía en aquel "fagamos una Expo tal que los siglos venideros nos tomen por Sevilla". Me sumo, pues, a la justa petición de Francisco Robles. Pido también bronce para un Rey. Bronce de la memoria agradecida de Sevilla al Rey que dio el impulso que engrandeció a la ciudad.

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