ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC, 19  de octubre de 2014                 
                                
 
La industria de la destrucción

 

Quizá por andaluz y dice mi compadre Alfonso Ussía que por barroco, la verdad es que me encantan la oposición de duales y la antítesis de contrarios. Tengo a mi favor que en mi ciudad todo tiene su contrario: Triana frente a Sevilla; el Sevilla frente al Betis; Joselito frente a Belmonte. Digo esto porque como todo el mundo sabe hay crisis gorda en la construcción. Desde que las "subprime" dieron el chupinazo y comenzó el encierro de las vacas flacas por la calle de la Estafeta (y por la calle de la Amargura) de nuestra economía, aquí no se ve una grúa. Los niños van con sus madres por la calle y cuando ven una grúa de obras preguntan extrañados:

-- Mamá, ¿ese bicho de hierro qué es?

Yo me acuerdo de aquellos años de gloria del pelotazo, cuando llegaba cada verano a incosolear en Marbella, me asomaba a la alta terraza del cuarto y me ponía a contar grúas de obra. Perdía la cuenta. Me cansaba de contar grúas. Por el contrario a aquella España del pelotazo y el ladrillo, el otro día alguien me vino a decir:

-- Cuando vayas a los toros, fíjate que en la calle Adriano han puesto una grúa de obras. Da gloria verla. ¡Te quita una cantidad de años de encima!

Eso es la construcción. El sector de la Construcción está ruina. Tieso. Millones de albañiles parados. Pero, barrocamente, su contraria, la industria de la destrucción de España, está en todo su esplendor. No hablo ya de la destrucción de puestos de trabajo o del tejido industrial. Hablo de la propia destrucción del sistema. Yo ahora, diciendo estas cosas, tengo complejo de Fray Bartolome de las Casas, pero sin indios; o quizá el indio lo esté haciendo servidor pensando en voz alta lo que todo el mundo calla. Nunca tantos se empeñaron con tanto ahínco en destruir lo que entendemos por España. Por eso este articulo, a lo Fray Bartolomé, como decía, me suena a "Brevísima relación de la destrucción de las Indias Interiores de España". No sólo estamos destruyendo España, sino la fe en el propio sistema democrático que felizmente nos dimos. No creo que haya ninguna democracia donde tantos quieran destruir con tanto empeño la Constitución. Hasta que no se carguen la Constitución no van a parar. Porque ya han deteriorado la propia imagen y prestigio de los políticos. Los políticos se han autodestruido. Por trincones. En la ahora maldita Transición se hablaba mucho de "la clase política". Ahora hemos comprobado que la clase política tiene muy poca clase. Y un ansia pecuniaria tal que les importa un bledo que la nación esté en crisis. En estos días Jerez, la famosa Jerez, la ciudad del vino y de los caballos, de La Paquera y del Paula, ha batido uno de los más tristes récords. No creo que haya en todo el globo terráqueo, incluida la corrupta Italia y la no menos mangona y trincona Hispanoamérica, una ciudad que tenga dos alcaldes, dos, camino de la cárcel. Para que haya más variedad, son señor y señora, chico y chica. Hasta a la destrucción de Jerez ha llegado la igualdad de género, no se quejarán las feministas.

¿Y Cataluña? ¿Cuánto está haciendo el separatismo catalán por destruir España? No es que se quieran ir de España, es que quieren destruirla. ¿Y cuánto desde Madrid, venga arrimarles millones para callarles la boca, se está consintiendo al separatismo catalán para que acaben con España estos hojas de ruta? Ay, aquella foto de Companys entre rejas... ¿Y las tarjetas negras? En España hasta ahora hablábamos de las tarjetas amarillas y las tarjetas rojas: las del fútbol. Hemos ampliado el arcoiris: ahora destruimos España a base de las tarjetas negras de los jetas. Ya esto lo predijo el canciller Bismark. Vamos, el antepasado de Gunila, para entendernos. Parece que nos estaba viendo ahora mismo, cuando dijo: "Estoy firmemente convencido de que España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo destruirse a sí mismo y todavía no lo ha conseguido".

 

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