ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC, 17 de febrero de 2015                 
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Cenizas
 
De entrada, pido mil perdones, ya que no quiero ser un cenizo en este Miércoles de Ceniza. Ni amargarles la fiesta de los sentidos a los que, pensando en la Cuaresma que hoy empieza y en lo bien que se lo van a pasar hasta el Domingo de Ramos con sus siete mil millones de vacuos y vanidosos fastos cofradieros, y con sus únicos tres o cuatro momentos auténticos y de Verdad profunda, (Verdad con mayúscula), repiten esa frase tan para iniciados en la estética y los sentimientos de la Semana Santa:

-- ¡Esto ya está aquí!

Lo que ya está aquí es cuanto evocan para los verdaderos Días del Gozo, para ese Domingo de palmas y alegrías, cuando la ciudad adelanta en una semana el alborozo de la Resurrección, pues sabe desde hace siglos que esta película de la Salvación siempre acaba con final feliz, y que el Muchacho, El que todo lo puede, el Hijo de la Guapa que está en San Gil, nos redime a todos con su Muerte, entre cornetas y tambores.

Siento aguarles la fiesta a todos estos señores en este Miércoles de imposición de la Ceniza. Día terrible en la memoria infantil. En una capilla oscura a la que llegábamos cantando el "Vamos, niños, al sagrario" a través de un patio de mármol, columnas, fuente, silencio y pilistras, el capellán de las monjas nos hacía la señal de la cruz sobre la frente con la ceniza. Y el compañero más picardeado de aquel tiempo de primeras letras siempre nos decía, nada más volver a arrodillarnos en el banco, con la frente manchada por la penitencial ceniza cuaresmal:

-- Quítatela sin que te vea la Hermana Matilde, porque es ceniza de los muertos, que la traen del cementerio...

¡Y eso que entonces no estaban de moda las incineraciones! Desde aquella memoria infantil de un como terror del milenio, quiero recordar ahora otras cenizas, en este Miércoles que para muchos es el alegre chupinazo de lo que van a figuronear en la Cuaresma. Yo pienso hoy en las cenizas en que hemos convertido al árbol de los valores de nuestra civilización cristiana. Sí, he dicho civilización cristiana, ¿passssa algo? Pienso hoy en las cenizas en que hemos convertido al sentido del pecado, al concepto del mal, que han ardido en la hoguera del relativismo que nos domina y del que, si intentas escaparte, eres directamente un facha, un carca y un rancio. Las cenizas de la hoguera del "todo vale" y de elegir siempre lo más fácil y placentero, caballo de Troya que se nos ha entrado por las puertas de los principios y los valores y al que, encima, le han puesto el sagrado nombre de la Libertad. Y nada digo si esa Libertad se aplica a la expresión... Contra la Iglesia, contra los curas, contra la Religión, todo vale. Ceniza del árbol caído de las convicciones que, además, muchos ocultan por miedo, para no señalarse, siendo las suyas propias. Por el qué dirán de lo políticamente correcto. Ay, lo políticamente correcto... En ese nuevo dogma civil sí hay que creer obligatoriamente.

Ceniza se hace sólo de los valores cristianos, de nuestra fe católica, nuestras creencias y devociones. Si te burlas de la Iglesia o haces cuchufletas con imágenes veneradas por todo un pueblo, eres más progre que la leche que mamaste. Pero no se te ocurra burlarte de los budistas. Y de los musulmanes, ni te cuento. Los islamistas pueden decapitar cristianos de tres en fondo, que como no son caricaturistas ni franceses, No Passsa Nada. Nadie protestará. Nadie saldrá a la calle llevando al pecho un letrero que ponga: "Yo también soy cristiano de Siria". Y leña al mono cuando se trate del exceso de algo o alguien de la Iglesia. ¿Y del abuso de menores?. Un fontanero puede hacer probadas perrerías con niños. Nadie dirá nada. Pero, ay, como el inculpado, quizá con denuncia falsa, sea un cura o un fraile. "Un fraile, dos, tres frailes, fascista el que no baile..." Y este baile de valores nos ha traído esta sociedad que se cree perfecta, triste ceniza de sí misma y de cuantos valores supremos creíamos que representaba...

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