ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABCde Sevilla, 5 de junio de 2015                 
                                
 

Sorángela en su paso

Pues ayer parecía que Sor Ángela ha ido en el Corpus toda la vida de Dios. No sé si usted es de los míos: de los que a Sor Ángela la seguimos llamando por su nombre sevillano de pila. No Santa Ángela, no: Sor Ángela. Que se escribe Sor Ángela y se pronuncia "Sorángela". Nombre mucho más sonoro, aunque sea santa. O precisamente por eso. Igual que dicen que San Fernando era bético, sostengo que Sorángela, aunque nacida en la plaza de Santa Lucía, en La Trinidad, al final de la calle Sol, para mí que es del Postigo. Porque Sorángela, cuando su beatificación, logró que todo un Papa de Roma se hincara de rodillas, como a portagayola ante el Arco, al ver a la Pura y Limpia del Postigo, cuando llevaron a nuestra Inmaculada al último gran altar barroco que se montó en Sevilla, en el campo de Feria. Para otra gran contradicción nuestra de los puñeteros duales barrocos: Juan Pablo II ha sido el único Papa que fue al Infierno...y luego lo hicieron santo. Fue a la Calle del Infierno donde Rafael Manzano había montado aquel cielo en forma de altar para la beatificación de Sorángela. Me resisto a llamarla Santa Ángela. Suena muy malamente en sevillano esa "a" final de Santa e inicial de Ángela. Son cacofònicas. Y además suenan a geografía de Roma según el manual de los gilipollas de lo políticamente correcto: Castillo de Santángelo y castillo de Santángela.

Y viendo en el Corpus el paso de Sorángela adornado por su hermandad, que es La Amargura... Otra contradicción sevillana preciosa: una santa tal dulce es titular de La Amargura. Que decía que viendo el paso de Sorángela, me acordé de dos hermanas de la Cruz que me encontré la otra mañana por los soportales de Reina Mercedes. Se veía que venían de cuidar a un enfermo toda la noche, con esa humilde y breve impedimenta de bolsas y talegas que las Hermanas de la Cruz llevar suelen. Las llamé. Se pararon en su paso apresurado. Me eché la mano al bolsillo, saqué un billete, se lo puse en la mano, dobladito, como propina elegante a lo divino, a la que de las dos habla, la de la toca negra que acompañaba a la de la toca blanca, y le dije:

-- Hermana, llévele esto de mi parte a Sorángela.

-- Dios se lo pague...

Y siguieron camino del autobús con ese humilde y silencioso paso apresurado de alpargata y estameña. Me acordé de estas dos hermanas de la Cruz viendo ayer a Sorángela en su paso: parece que viene de cuidar toda la noche en la Catedral a un enfermo; quizá a esta Sevilla nuestra que se nos está muriendo a chorros, aunque reviva en el sueño de la víspera del Corpus, de su mañana de campanas, carráncanos, bacalaos y trajes azules. ¡Qué humilde siempre Sorángela! Va en el Corpus tan callada como las dos hermanas de la Cruz que vi por Reina Mercedes. Sin darse la importancia de los otros santos sevillanos: la platería que me traen San Isidoro y San Leandro; el armiño de San Fernando, ejerciendo de dueño del mundo de la bola en su mano; Justa y Rufina presumiendo de mantener la Giralda en pie...

Miren, tan humilde es Sorángela que no quiere que al hospital que le han dedicado lo llamemos por su santo nombre. Y lo ha conseguido. Sorángela hizo antes el milagro de que en esta Sevilla del Estado aconfesional regido por agnósticos y laicos, donde hay tantos emperrados en borrar cualquier sentimiento religioso, nadie se haya atrevido a quitarles su santo nombre a los hospitales y clínicas, que son como una letanía de devociones: Virgen del Rocío, Macarena, Valme, Fátima, San Lázaro, Santa Isabel, Sagrado Corazón, San Juan de Dios... Hicieron un hospital privado nuevo y bueno en Bellavista y le pusieron de nombre Santa Angela de la Cruz. Pero lo que son las cosas y lo que es el cumplimiento de la humildad de las reglas de las Hermanas de la Cruz. El Hospital de Sorángela, el del Bellavista, es el único de Sevilla al que no llamamos por su santo nombre. La gente rompió en llamarlo Viamed, y Viamed se le ha quedado. Ya digo: es el secreto milagro de Sorángela, tan humilde que creo yo que hasta va ruborizada en su paso, cuando viene cada amanecer de Corpus de cuidar a este enfermo suyo que es Sevilla...

 

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