En aquellos pasados tiempos, ya perdidos para siempre, del esplendor de gloria de los días de la burbuja inmobiliaria, Sevilla estaba llena de grúas y de andamios. Todos los andamios de los edificios en construcción, rehabilitación o restauración tenían un letrero con el nombre de la empresa que los alquilaba: "Alquiansa". Y un señor castellano muy serio y saborío que nos visitaba y al que le enseñaba el mejor cahíz, me dijo:

-- Este señor Alquiansa, por lo que veo, es dueño de media Sevilla. Hay que ver el dineral que está gastando en obras...

La burbuja inmobiliaria estalló y adiós, pampa mía, que dice el tango paisano del Papa que nos quiere dejar sin cernudiana luna llena del Parasceve. Ya sólo quedan las burbujas que como enormes pompas de jabón hacen esos artistas callejeros que suelen ponerse entre Filella, que ha cerrado (y convertido en una salchichería donde le regalan un viaje a Frankfurt, todo pagado, al primero que vea a alguien allí comiéndose un perrito caliente, porque no entra un alma), y el Banco de Andalucía, que también ha cerrado y ya ni existe como tal. Al quebrar la burbuja inmobiliaria, el señor Alquiansa fue sustituido por una pareja de señores muy conocidos en todo el centro de Sevilla, así como en las arterias comerciales de los barrios, cual Marqués de Pickman. Me refiero al señor "Se alquila" y al señor "Se vende", que han puesto su marchamo a media Sevilla. Hasta ahora.

Porque acaban de ser desplazados por otro letrero más frecuente aún en el comercio de esta plaza: "Se trasladó a..." ¿Cuántos letreros de "Se trasladó a..." hay puestos en los desiertos escaparates de los cerrados locales del centro? Las leyes de arrendamientos urbanos están haciendo que medio comercio hispalense y parte del otro medio esté cambiando de local. La perfumería que buscabas en la calle Tetuán se ha ido a Cuna; y la que te creías que aún estaba en Sierpes se trasladó a la Plaza Nueva. (Por cierto: ¿cuántas perfumerías hay en Sevilla? ¿Tanto se pintan las sevillanas como para dar de comer a tanta perfumería?)

Lo del "Se trasladó a..." es tan abundante que lo pone ya hasta en esa tienda tan curiosa, como un Jueves de la Modernidad con la nostalgia de lo "vintage" dentro, que había en la calle San Eloy y que decoraba su fachada entera con los objetos más ingeniosos. Por no hablar de tres traslados históricos, tres, que tanto en Sevilla dieron que hablar, como el Bazar Victoria, que ha perdido y se lo han pulido; como el comercio de Torner, "relojero de la ciudad", que ha pasado a la Alcaicería, como si hiciera capirotes en vez de primores con el tiempo; y como la Cerería del Salvador. Que habrá que añadir a las contradicciones de Sevilla: el Pasmo de Triana nació en la calle Feria, los seises son diez, quien mejor piropea a la Esperanza es el Mudo de Triana y la Cerería del Salvador no está en el Salvador, sino en la calle Alcuceros.

Mirándolo bien, lo que ha hecho el comercio por mor de la ley de arrendamientos es algo tan sevillano y cofradiero como una "mudá". La Mudá del Bazar Victoria puede ser tan clásica como la cercana Mudá de la Burra o la Mudá de los Fantasmas. Y la Mudá de la Cerería del Salvador puede ser hasta sacramental, porque seguro que lleva cera roja camino de la calle Córdoba. Mudá o "traslado", que tambièn es cofradierísimo y sevillanísimo: el traslado del Señor de Pasión, el traslado de la Virgen del Valle o los traslados del Arenal para los solemnes cultos anuales y sus funciones principales: el Baratillo a La Caridad o la Pura y Limpia a Santa Marta y El Sagrario. Hay perfumería que se ha trasladado de la calle Sierpes a la Plaza Nueva a la que sólo le ha faltado la bulla clásica de los traslados, que tienen ya hasta gente cangrejeando. Cangrejear... Es lo que hace la ciudad toda. Sevilla cangrejea. Anda para atrás, como los capillitas jartibles y sensibles. Y como el cangrejo, claro.

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