ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla,  25 de febrero  de 2016               
                             
 

In Algaba Veritas

El latín le sienta a La Algaba como a un santo dos pistolas, pero yo afirmo lo de aquel fandango de broma que cité ha poco: "Yo no digo que mi barca/sea la mejor del puerto,/pero a mí me da el avío". Yo sé que La Algaba es un topónimo moro por los cuatro costados, y que en la lengua del bájame la jaula, Jaime, significa "El Bosque". Sé que no es latín, que es árabe; pero a mí me da el avío. Porque como El Bosque sonaba totalmente a provincia de Cádiz, el Rey San Fernando, al reconquistarla en 1247, un año antes de ganar su Sevilla a los moros, no castellanizó su nombre, y Al-Gaba la dejó en La Algaba. ¿Para qué? Yo lo sé: para que la saga torera de los Algabeños pudieran tener nombre artístico. Y para que fuera leyenda casi novelesca la muerte de Pepe el Algabeño en la guerra, enlace entre los olivares, en primera línea, a lomos del galope de su caballo frente a las Brigadas Internacionales en la batalla de Lopera.

Si el alcalde de Coria es un señor que ha regalado al niño lo que había que regalarle, el alcalde socialista de La Algaba es otro señor. El señor Agüera. Que yo no sé si le habrá regalado algo al niño, pero a mí, de momento, me ha dado hecho este artículo. Gracias al regidor socialista don Diego Manuel Agüera Piñero (a quien ayer citaba de pasada en el inicial carril de aceleración del artículo) hemos encontrado que en La Algaba está la verdad de la política en España, los resortes que la mueven, los altos ideales y los bajos instintos de su praxis. Los poetas, los niños, los locos, los borrachos ("in vino veritas") y los alcaldes de La Algaba dicen la verdad. Y el señor Agüera la ha dicho, defendiendo una adjudicación municipal con una frase que cito textualmente aunque haya señoras delante porque en caso contrario este artículo no tendría la mejor gracia, sino una jartá de malaje. Dijo el alcalde de La Algaba:

-- Se le dio el contrato porque me salió de la polla.

Óle ahí ese tío que va ahí. Viva el orden y la ley. Y viva La Algaba. La de la plaza de carros que fue la Pirámide del Toreo donde se despidió El Faraón de Camas, en silencio, despacito, yéndose sin decir que se iba. El final de la carrera taurina de Curro Romero fue como el estrambote del famoso soneto de Cervantes: "Fuése y no hubo nada". Y sigue sin haberlo, aunque el que aplana los pisoplazas y coge la manguera y se pone a regar crea que lo hay...y que es él.

Lo del alcalde de La Algaba me ha recordado lo que un ingenio de esta corte del Reino de Sevilla (el que cuando llegaron los socialistas dijo "lo malo no es lo granujas que son, sino lo pronto que han aprendido a serlo") afirmar suele sobre los vascos: "Los vascos se dividen en tres grandes grupos: los que son de la ETA y lo dicen; los que son de la ETA y no lo dicen; y los que son de la ETA y no lo saben". A los políticos les pasa igual. Los políticos se dividen en tres grandes grupos:

1. Los que hacen como el alcalde de La Algaba y dicen que gobiernan para el pueblo.

2. Los que hacen como el alcalde de La Algaba, apagan la luz y no dicen ná en Triana.

3. Los que hacen como el alcalde de La Algaba y lo justifican afirmando que hacen lo que les sale de la entrepierna, por no decir de la mismísima polla.

Que es lo que están haciendo los políticos nacionales en el presente mareo de la perdiz de los pactos de investidura. Sánchez, por ejemplo, dice que respeta la voluntad de los barones y que consulta a las bases, pero en realidad ha hecho con su candidatura a presidente como el alcalde de La Algaba: lo que le sale del ya-me-entiendes. Y Rivera, ídem de lienzo. Como ha hecho lo que le sale del premio de los premios Goya, quienes lo votaron para que no ganara el PSOE se van a encontrar con que apoyan al PSOE. O sea, como Susana con Marín, pero sin peluquín. Rivera ha hecho como el alcalde de La Algaba, sólo que se lo ha callado y lo ha disfrazado de estabilidad y gobernabilidad. Aquí todo el mundo hace como el alcalde Agüera. Pero no tiene el valor algabeño de decirlo.

 

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