No sé si han escuchado el chiste. Es de los mejores que se han contado en los últimos meses. Y mira que desde el 20 de diciembre del año de gracia del Señor de 2015 sufrimos la desgracia de tener una España de chiste y una gobernación de risa. El chiste es mejor que los que contaba el difunto Paco Gandía, aunque sin su arte de la longitud y del circunloquio del tranvía de la Ronda, del que sólo se apeaba cuando el niño de los garbanzos o el monaguillo de la grifa en el entierro llegaban a la calle Saturno, donde vivía. El chiste es mejor que todos los del ecijano y gallista Bizco Pardal, que casi se han olvidado todos, no sólo en sus contenidos, sino incluso del protagonista a quien se referían. El chiste es mejor que todos los que sus ingeniosísimos guionistas gaditanos les escriben para sus parodias a Los Morancos.
Así que estoy por preguntarles, ¿saben el último de Pablo Iglesias? El último chiste de Pablo Iglesias es para tirarse. Aunque lo más triste y grave es que lo ha dicho el gachó completamente en serio. Pero, claro, como el personaje es de cachondeo, le ha salido que ni la más graciosa humorada. Es cuando completamente en serio ha dicho:
-- Para facilitar el pacto con el PSOE, renuncio a la Vicepresidencia del Gobierno.
Óooooooooooole. No digo que sea como el clásico "renuncio a la mano de Doña Leonor", porque esa frase histórica ha de ser urgentemente revisada, ya que ahora tiene un significado altamente comprometido para el futuro de España y de su Corona. Por lo de Doña Leonor, claro. No digo que el chiste de Pablo Iglesias sea como renunciar a la mano de Doña Leonor, pero para que comprendan, como se diría en perfecto Tertulianés Clásico, "el hondo calado y largo recorrido" de tan perfecta chuminá, les pongo unas sencillas comparaciones. Que Pablo Iglesias renuncie a ser Vicepresidente del Gobierno...
Es como si yo renuncio a ser ministro de Asuntos Exteriores de Italia.
Es como si yo renuncio a ser Rey de Holanda.
Es como si yo renuncio a que esta temporada me den el Pichichi como máximo goleador de Primera.
Es como si yo renuncio a ser comandante del próximo crucero de instrucción del "Juan Sebastián de Elcano".
Es como si yo renuncio a ser presidente del Comité Olímpico Internacional.
Es como si yo renuncio a que me proclamen como el máximo triunfador de la Feria de San Isidro de 2016.
ES como si yo renuncio a ser presidente de la comunidad de vecinos de Plaza de Cuba, 7.
Es como si yo renuncio a poner en el pasillo de mi casa los dos veladores que, si apuro bien la interpretación de las ordenanzas municipales vigentes, podían corresponderme.
Es como si yo renuncio a que el arzobispo don Juan José Asenjo Peregrina me nombre deán del Cabildo Metropolitano de la Catedral de Sevilla.
Es como si yo renuncio a ser entrenador del Real Betis Balompié.
Es como si yo renuncio a presidir las corridas de toros en la plaza del Arenal, vulgo Maestranza, que es su propietaria, no su nombre.
Es como si yo renuncio a ser jefe de taller de Ferri-Móvil en Bellavista, donde por cierto me arreglan divinamente mi viejo Ford de pedales.
Es como si yo renuncio a dirigir la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla.
Es como si yo renuncio a cantar el "Ave María" ante el paso de la Esperanza Macarena, en plan Ainhoa Arteta.
Así de absurda, o más, ha sido la renuncia de Pablo Iglesias a lo que no es: a Vicepresidente del Gobierno. Que no es una renuncia. Iba a decir que un chiste. Pero tampoco. Porque el gachó dice que renuncia a ser Vicepresidente, pero no a tener la sartén de España por el mango, y que le den el Ministerio de Defensa, que le den Hacienda, que le den el CNI, que le den la Televisiòn Española, que le den Radio Nacional y que le den los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Eso, eso: que le den. Por mí, que le vayan dando...
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