ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 24 de mayo  de 2016               
                             
 

Toldos y velas

Leo en el ABC que el Ayuntamiento va a hacer caso por fin a la petición de los comerciantes y que este verano va a poner toldos en la Plaza del Pan y me choca la palabra "toldo". A los que ahora llaman toldos, que cubren las calles durante el verano para dar fresquito a peatones, viviendas y comercios, se les ha llamado siempre en Sevilla "velas". En la ciudad de los duales también los hay barrocamente opuestos de palabras que significan lo mismo, pero a la antigua o a la nueva usanza. Verbigracia: churro frente a calentito, o tinto frente a negro. No es lo mismo un tinto con sifón que un negro con agua. Y tampoco es lo mismo un toldo que una vela. Un toldo era el Sevilla toda la vida de Dios lo de Quitasol: "Leopoldo, échame el toldo". Una lona puesta sobre la fachada de un establecimiento para darle sombra y que el emprendedor de Leopoldo pasó a la modernidad, logrando que se extendiera cuando Currito le daba al botoncito. Y había otra protección sevillanísima contra el sol y la calor, ya casi perdida: la marquesina. La marquesina era un toldo que se colocaba sobre las ventanas, para dar sombra a los vanos de una fachada. Y también era marquesina la que se ponía en las paradas de los tranvías durante el verano. Famosa fue la marquesina de la Plaza de San Francisco, delante del Banco de España, en la parada de los tranvías de Heliópolis y Nervión. Tussam sigue poniendo marquesinas. Junto a las instalaciones deportivas del Mercantil pone en Feria para las paradas de los autobuses especiales unas maravillosas marquesinas, como en el final de esa línea las coloca también en El Prado.

Pero vamos al lío de Leopoldo y de Currito con las calles y con la Plaza del Pan. Los que pone ahora el Ayuntamiento en las calles del centro para dar frescor en el verano son toldos, que no las antiguas velas. Las velas recibían tal nombre porque, en efecto, eran viejas lonas de los barcos, recicladas. Colocadas con un simple pero efectivo sistema de alambres de sostenimiento, con guías, garruchas y sogas casi marineras de extensión y repliegue, que permitía que se echaran durante las horas de calor del día, para que taparan del sol, y se descorrieran al atardecer, para que con la mareíta pudiera entrar el fresquito de la noche. Esas velas de echarlas o descorrerlas son las que sigue existiendo en muchos patios sevillanos, por ejemplo, en el del Hotel Alfonso XIII. En el teatro de los Quintero quedó reflejada la vela como reloj de la vida cotidiana en las casas de Sevilla, cuando la señora, a sol puesto, le decía a la criada:

-- ¡Niña, descorre la vela para que entre la marea!

Y la subía iba al piso principal, y desde uno de los balcones del corredor tiraba de los cabos marineros de la vela (que quizá lo había sido de un bergantín antillano) y entraba en el patio todo el frescor de la mareíta. Como verán, nada que ver con los toldos fijos y estables que ponen ahora en las calles: que ni Leopoldo lo echa ni Currito los quita dándole al botoncito; siempre echados. Los ponen hacia el Corpus y ya no los quitan hasta San Miguel. Por la mañana evitan toda la calor de la solanera; pero a la caída de la tarde, como no pueden descorrerse, guardan las altas temperaturas del día. Porque además suelen ser de plástico, no de lona, y se recalientan una cosa mala. Los toldos de las calles del centro, por la noche, dan el cante por Julio Iglesias: "Tan dentro de mí/conservo el calor...". Veo la lista de calles con velas que son toldos fijísimos y, la verdad, es una hermosa letanía de nostalgias de aquellas lonas blancas, que en la calle Córdoba eran todo un prodigio, con tapacalles en la esquina del Salvador casi hasta el suelo, y con el hueco hecho para que pasara una persona. Currito le da al botoncito y me echa el toldo fijísimo de esas calles, como una letanía gozosa del verano en Sevilla: Almirante Bonifaz, Cerrajería, Córdoba, Cuna, Francos, Manteros, Hernando Colón, La Venera, La Campana, Lineros, El Duque, Puente y Pellón, Rioja, Rivero, Sagasta, Sierpes, Tetuán, Velázquez... Parece que Sevilla, quinterianamente, le está diciendo al alcalde: "¡Juan, hijo, echa ya la vela...!"

 

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