ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC, 10 de junio  de 2016               
                             
 

Matacanónigos en Alerta Albero

Bajamos por la Borceguinería, la mayor barbaridad que vieron los siglos, la mayor degradación en la Ciudad de los Veladores. Y cuando llegamos a la Plaza de la Virgen de los Reyes es como si hubiéramos ganado una yincana: hemos conseguido arribar incólumes, sin hacernos cisco las rodillas tropezando con los 7.247 veladores que hay en todo Mateos Gago, llenando las aceras de guiris "low cost" de paella y sangría, un bar junto a otro bar, una tienda de camisetas junto a otra tienda de camisetas. Qué horror. Y qué invitación a decir como el alcalde García de Vinuesa cuando se sentó sobre la Piedra Llorosa en la Puerta Real: "¡Pobre ciudad, pobre ciudad!".

Pobre ciudad donde el Ayuntamiento se hace rico consintiendo tanto velador y tanta mugre turística a la que apodan "nuestra primera industria". Nada, aquí el único problema es La Raza, no que a los pies mismos de la Giralda, saliendo de Placentines, haya una caseta de veladores en forma de toldo doble que no te deja contemplar la Turris Fortissima. Ni es problema esto de que Mateos Gago se haya quedado sin aceras, todo velador, ¡a recaudar se ha dicho! Y eso que al llegar a la Alcaldía prometió Espadas que iba a acabar con tanto velador... ¡Pues anda que si llega a decir que iba a continuar en Veladorística la política de los 20 concejales, 20 (como de hecho ha ocurrido), no sé qué habría pasado!

Bajamos, pues, por la Borceguinería. Con toda la calor. Y no son ni las 3 ni las 4 de la tarde. Son las 9 de la noche. Lo certifica la Giralda, que da las nueve campanadas con su reloj. Son las 9 de la noche y tiene que estar ya en la plaza el tercer toro de la calor, porque los vencejos rondan a esa hermosa dama (agraviada por el señor Pelli) que es el Prisma Puro de Sevilla, como la piropeó Gerardo Diego. Todo el pajarerío de la atardecida da vueltas en torno a la torre, que se hace más alta con su vuelo y sus sonidos, se crece en su belleza, se viene arriba en las banderillas de fuego de la calor. La Giralda ha dado las 9 por la hora oficial, pero por la hora solar son las 7. Por eso hace esta calor. Sí, según el Almanaque Termométrico Sevillano que establecieron los Alvarez Quintero sin necesidad de AEM, sino pegando el oído y escuchando lo que decía la gente, estamos en la segunda fase de esos cuatro períodos del verano: el calor, la calor, los calores y las calores. Lo peor es cuando, como ahora, que vamos camino de las Gradas Bajas, no hay género ni número sobre la temperatura:

-- ¡Ojú, qué calor!

Y ante la puerta del Palacio Arzobispal (que ése sí que es Palacio, y no como le llaman ahora a cualquier casa medio buenecita), los guiris haciendo fotos, no sé si a la Giralda o al "ojú, qué calor". Que en la dual ciudad es la otra cara de Jano de aquel "ojú, qué frío" del poema de Pepe Hierro a los andaluces en las cárceles de la postguerra. Y en llegando a la puerta de Palacio (sin artículo, como se cita en las cofradías cuando se espera una negativa o una aprobación de la Mitra), le dije a la Jefa de mi Casa Civil:

-- Pero verás tú cómo en la esquina de Matacanónigos corre la mareíta.

Sí, sí, mareíta... Antié. Hasta que no empieza a anochecer no salta la marea y aunque yo entré en Sevilla con San Fernando, como decía Manolo Díez Crespo con toda su guasa de la Alfalfa, descubrí algo que me apresuro a comunicarles: el mejor indicador de la calor en Sevilla es la esquina de Matacanónigos. Cuando allí no corre ni brizna de viento es cuando en tierra de infieles andan en lo que llaman "alerta amarilla". La esquina de Matacanónigos sin que sople allí ni un suspiro de viento es nuestra alerta amarilla, nuestra alerta color albero de la plaza de los toros. ¡Y a tomar por saco las alertas de la Agencia Estatal de Meteorología, que no sabe que hasta que anochezca y salte la marea estas tardes hay Alerta Albero de goterones de sudor hasta en la esquina de Matacanónigos!

 

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