ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 14 de junio  de 2016               
                             
 

Ojú, el timo de la luz

Como Concha Piquer cuando en Nueva York una Nochebuena preparó una cena para invitar a sus paisanos mientras en el gramófono sonaba "Suspiros de España", como si fuera Alberto García Reyes leyendo su emocionante responso cívico y lírico por el cierre de la Calentería del Postigo, "voy a contarles a ustedes lo que a mí me ha sucedido". Pero no una, sino más de media docena de veces. Y quizá sea lo que también les ha sucedido a ustedes. Si lo cuento, es para que tomen nota en la Jefatura Superior de Policía y en la Dirección General de Endesa, a ver si deja de ocurrir, que cuentan que ya son 7.000 las quejas presentadas ante Consumo por esto que "voy a contarles a ustedes lo que a mí etcétera".

Ocurre un poco antes de esa hora plácida en que acabamos de coger el sueñecito plácido (domingo) de la siesta y suena el teléfono con la oferta de la puñetera niña de Vodafone. Un poco antes no suena el teléfono, sino el telefonillo del portero automático. Usted se cree que va a ser lo de siempre. El que ha llamado a todos los timbres y cuando contesta dice con una voz muy desagradable, como de máquina de surtidor diciendo qué gasolina ha elegido:

-- ¡Correo comercial!

No, esa voz que contesta al telefonillo poco antes de la sacrosanta hora de la siesta pregunta precisamente por usted. Por su nombre y sus dos apellidos. O sea, que sabe que usted, don Fulano de Tal y Tal, vive en el 3º izquierda de la segunda escalera del bloque. Lo cual le hace creer que puede ser el cartero con un certificado de la Agencia Tributaria, lagarto, lagarto, o alguna desgracia por el estilo. Pero no. Cuando pregunta usted quién es, contestan:

-- ¡Es de la compañía eléctrica!

La primera vez que me ocurrió fui tan imbécil (o sea, como cada hora de mi vida, vamos) que les abrí. Subieron y se presentaron en la mesetilla del piso un señor y una señorita, con unas pintas bastante raritas, que muy resueltos dijeron:

-- Somos de la compañía eléctrica, ¿puede usted enseñarnos la última factura, que ha habido un error y le tenemos que devolver dinero?

-- ¿De qué compañía eléctrica son ustedes?

-- De Sevillana.

"Ay, te calé" --pensé--. Sevillana ya no existe. Estos dos timadores lo eran por el plan antiguo. Compañía Sevillana de Electricidad era el nombre de soltera que tenía Endesa. Por lo cual les dije:

-- Pues digan en la compañía que lo que tengan que corregir me lo comuniquen por carta. No pienso enseñarles factura alguna.

Y les pegué el portazo en las narices porque estaba empezando a entrarme una jindama grande, no me fueran a dar un empujón y entraran a robar en el piso. Pero es que quince días después volvieron a llamar a la misma hora, preguntando por mí, con mi nombre y mis dos apellidos. Y respondiéndoles por el telefonillo, sin abrirles el portal, me dijeron el mismo cuento del alfajor: que les enseñara las facturas últimas de la luz, que había un error. ¿Cómo va a mandar una señora tan seria como Doña Endesa a un par de impresentables para que les enseñes la última factura? El caso es que han vuelto a llamar, una vez, y otra vez más. Por lo menos diez. Ya les digo directamente:

-- ¡No les abro porque son ustedes unos timadores!

Alertado he a la compañía, y nada. Siguen con el timo, y seguramente dándoselo a muchas personas mayores que viven solas. ¿Cómo se han hecho estos gachés con la lista de nombres y direcciones de los abonados de Endesa? ¿No los pueden empitonar por la Ley de Protección de Datos? Pues nada, por ahí siguen, sueltos de capotes. Ya digo: 7.000 quejas de damnificados por estos falsos comerciales se han presentado ante Consumo. ¿Que os enseñe la factura de la luz? Os voy a enseñar otra cosa, hijos: un mojón como un castoreño.

 

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