ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC, 15 de junio  de 2016               
                             
 

Sobró el debate

No sé si en su pueblo las habrán puesto, pero en el mío no han colocado en la presente y más que rarita campaña electoral ni una sola banderola de propaganda de los partidos. Las farolas están que da gloria verlas, sin ningún señor arreguinchado a ellas desde un cartel que nadie lee y con un lema que a nadie le importa. Las avenidas están preciosas, florecidas con el amarillo de las tipuanas, sin esta contaminación visual de la cartelería que pagan con unos créditos que luego, encima, les condonan los bancos. Hogaño no hay banderolas. Y No Passsa Nada porque no hayan puesto esta vez colgajos en las farolas. No se han tirado el farol de las farolas. Y todos tan contentos.

Como igual de contentos hubiéramos estado si hubieran prescindido del bochornoso debate televisivo. Noche de doble bochorno fue la del lunes: "un día de San Antonio" como en la letra de "El Relicario", pero sin ir hacia El Pardo, sino hacia La Moncloa. Hacía bochorno en el sentido de la primera y segunda acepciones de la palabra: "Aire caliente y molesto que se levanta en el estío" y "Calor sofocante". Pero sobre todo sentíamos bochorno al ver a los cuatro gachés que quieren salvar a España. Sentíamos bochorno en la cuarta acepción de la voz: "Desazón o sofocamiento producido por algo que ofende, molesta o avergüenza". No ofendían, más que unos a otros de vez en cuando: pero muy poco, casi nada, sin duelo a primera sangre. Ni molestaban, porque para eso los televisores tienen un archiperre maravilloso, el mando a distancia, que le pegas un toque y te quitas de encima a estos cuatro señores pesados, pesados, pesados. Pero avergonzaban. Bastante. Avergonzaba el nivelito del llamado debate. ¿Debate? ¿Quién debatía nada con nadie, si era una yuxtaposición de discursos preparados previamente, la repetición como loritos de las cifras económicas que les habían buscado los asesores?

Tapaditos y calladitos, sin debate, hubieran estado mucho más guapos, por inéditos. Por eso mantengo que como han sobrado las banderolas electorales y no ha passsssado nada, sobraba este debate en el que hemos descubierto que no son precisamente 4 lumbreras, 4, los impresentables que se presentan con la pretensión de presidir el Gobierno del Reino de España. Mi conclusión del debate es bien triste: ¡en qué manos estamos! ¡En qué manos podemos caer! ¡Qué nivelito! Este no es el PSOE de don Julian Besteiro. Esta derecha no es la de Cánovas, precisamente, o la de Gil Robles, sin ir tan lejos. Estos comunistas no son los de Santiago Carrillo, que tenían un sentido de Estado que los que ahora pasan por tales no conocen ni por el forro. Ni este Frente Popular que quieren crear es el de Largo Caballero y don Diego Martínez Barrio. Como tampoco en la derecha hay una CEDA. Bueno, si, hay "un" ceda, no "una" CEDA: "Ceda el paso". "Ceda el paso al Pacto Populista de Perdedores con su miedo a aplicar la mayoría absoluta para reformar la ley electoral a fin de que gobierne la lista más votada". Y póngase de perfil para molestar lo menos posible. Y no cite lo de los ERE de los trincones de Andalucía. Hágalo todo según le ha aconsejado Arriola: "¡Marchando una de perfil plano!". Que verá usted cómo van a volver a quedar como Cagancho en Almagro o como Rafael de Paula en Jerez aquella tarde que pegó un petardo tan gordo que, emberrechinado, se cortó la coleta él mismo, en forma de arrancamiento de la castañeta, que mandó a tomar por saco.

¿Y cuánto nos ha costado este inútil debate? ¿Y quién lo ha pagado? ¿Pero han reparado en el ridículo de la puesta en escena, con el canoso de las canonjías televisivas y el señor calvete de la llamada Academia de TV, encantado de haberse conocido esperando en la puerta a los cuatro impresentables que se presentan como si fuera llegar la Reina de Inglaterra en persona y en carroza? Como decía el viejo anuncio de la tele contra la violencia en el fútbol: "¡Qué bochorno, papi!" Qué nivelito. El inútil debate ha debido de ser muy útil: para aumentar la abstención, claro.

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