ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC, 19 de junio  de 2016               
                             
 

Por favor, gracias

Cuando yo era niño, creía que aquel grandísimo aparato de radio Marconi me contaba el cuento del Gallo Kiriko, que iba a la boda de su tío Perico en la barriga del buey que se mueve, porque dentro de aquella luminosa caja de madera había unos señores pequeñitos que hablaban. No se rían, que en nuestros días y en muchos centros de trabajo, a los ordenadores más complicados les llaman "el chino", porque creen que dentro del Hitachi de los análisis clínicos, por ejemplo, hay un oriental pequeñito y bajito, que no veas lo rápido que determina el tío el colesterol buena persona y el colesterol malvado y asesino.

Algo así debía de pensar en Manchester la abuela de Ben Eckersley, cuyo nieto fue a visitarla, le pidió usar su ordenador portátil para unas consultas y encontró que la última búsqueda por Google la había hecho la buena señora pidiéndolo por favor y dando las gracias. Como tiene que ser. En el Reino Unido de la Gran Bretaña, obviamente. El nieto se encontró que el caché del ordenador aún guardaba la última búsqueda de la abuela: "Por favor, ¿puede decirme qué año es este que le pongo aquí en números romanos? Gracias." La abuela de Ben, de mayor, probablemente creía lo que yo de chico con la radio Marconi: que dentro de Google hay un chino que en un momento te encuentra en la Enciclopedia Británica lo que andas buscando. Y a ese chino, naturalmente, como a todo el mundo, hay que pedirle las cosas por favor y al final hay que darle las gracias. El Por Favor y el Gracias son dos pilares de la convivencia que se están perdiendo; andan en trance de extinción y, a diferencia del lince en Doñana, no hay Unesco ni WWF que los preserve. Con tanta Educación para la Ciudadanía, la ciudadanía cada vez tiene menos educación: ni pide las cosas por favor ni da las gracias.

Tan sorprendida queda la gente cuando se le dan las gracias que a mí hasta me han puesto cartas en plan muñeca rusa: dándome las gracias por haberles dado las gracias; cosa que, por lo visto, no se suele hacer. Y de pedir las cosas por favor, menos. Hasta el punto que un empresario sevillano, Alejandro Costa, se preguntó: "¿Cuándo fue la última vez que alguien le dio las gracias en el trabajo?". Y buscó y halló la solución, cual fue la creación de la plataforma Paconica en su empresa Emprépolis: un dispositivo para dar las gracias automáticamente cuando se encuentra uno con algo o alguien agradable o positivo en el trabajo. Costa ha dicho, comentando el éxito de su plataforma: "Algo tan sencillo como dar las gracias es tan importante como aumentar la felicidad en el trabajo y no hay duda de que influye directamente en la cuenta de resultados. Un cliente satisfecho es un cliente para toda la vida".

El señor Costa debería crear ahora otra plataforma para pedir las cosas automáticamente por favor. Hay millones y millones de españoles que no conocen ni el "gracias" ni el "por favor", bienes escasos que nadie cuida. La gente cree que todo se lo merece por su bella cara, ¿cómo lo va a pedir por favor? Todos son derechos suyos, no tienen obligaciones. Ni de dar las gracias, por descontado, aunque sea mínima delicadeza hacia quien te ha dado lo que, según la España sin Educación en su Ciudadanía, te correspondía no por derecho, sino por tu bella cara. Por no decir por cojones.

Enganchada a la inglesa, no a la españolísima calesera de la mala educación, la abuela manchesteriana pide las cosas por favor y le da las gracias hasta al chino que Google tiene dentro, allá lejos, en el californiano Silicon Valley. Aquí no pedimos por favor ni a los políticos que queremos que se vayan. Nunca fue "Váyase, señor González, por favor". Y nunca está siendo, en esta campaña de Todos contra el PP: "Váyase, señor Rajoy, por favor". Y si consiguen echar al PP mediante otro PP, los Pactos entre Perdedores, verán cómo no les dan ni las gracias: la Gran Cruz de Carlos III perdida en un BOE que no lee nadie y van que chutan.

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