ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 30 de junio  de 2016               
                             
 

El santo seise

La Giralda echó a voltear sus campanas en un repique general, en un pino mayor de primera clase, como don Francisco Gil Delgado me enseñó que se decía en el lenguaje de la casi extinta liturgia del templo patriarcal y metropolitano, ahora turístico y taquillero. Sonaba la Giralda que daba gloria escucharla. Y como repicaba justo cuando entrábamos en la calle Santo Tomás a la Cilla del Cabildo para asistir a la presentación por Enriqueta Vila de su libro "El Consulado de Sevilla de Mercaderes a Indias", encontréme en la puerta al americanista y compañero de Academia profesor don Ramón Serrera Contreras. Tras preguntarnos extrañados por qué tocaba la Giralda tan a deshoras, a la una menos cuarto del mediodía del 19 de junio, y ya no era Octava del Corpus, díjele:-

-- Eso es que como don Juan José Asenjo, que es tan culto, se ha enterado que Enriqueta Vila presenta su libro sobre los Cargadores a América y ha querido, como homenaje, que la Giralda repique como cuando anunciaba, festejándola, la llegada de los galeones de la Flota de la Carrera de Indias.

Contestóme el profesor Serrera:

-- Pues pocos sevillanos saben eso, que la llegada de la Flota de la Carrera de Indias era una fiesta grande en la ciudad, por lo mucho que los navíos traían, por los forasteros que estaban esperando a los embarcados, por el trajín comercial de tanta riqueza.

Pero al punto supe que el repique no era por el recuerdo del Puerto y Puerta de las Indias, sino porque Roma acababa de anunciar un fichaje importante para el Santoral de Sevillanos: Don Manuel González García (Sevilla, 1877-Palencia, 1940), obispo de Málaga y Palencia y fundador de la Unión Eucarística Reparadora y de las Misioneras Eucarísticas de Nazaret, ordenado sacerdote por el Cardenal Spínola en 1901. En la llamada "quema de conventos" de mayo de 1931, recién proclamada la II República, Don Manuel sufrió aquella triste España. El 11 de mayo una horda anticlerical incendió su Palacio Episcopal en Málaga, reduciendo a cenizas sus tesoros archivísticos, artísticos y documentales. El obispo González tuvo que salir de Palacio, junto a familiares y religiosas, por una puerta trasera del edificio en llamas, siendo descubiertos por la horda. Pasada la noche en casa de un sacerdote, ante el clima de tensión y la falta de garantías por parte de las autoridades, Don Manuel salió de aquella "Málaga en llamas", a la que jamás volvería, y tras permanecer refugiado en dos casas de campo de amistades, viajó hasta Gibraltar el 13 de mayo, donde lo acogió el obispo local, Richard Fitzgerald. Allí permaneció siete meses hasta que en diciembre de 1931 viajó hasta Ronda y luego a Madrid, desde donde rigió la diócesis malagueña desde 1932.

Don Manuel había nacido en Sevilla, en la calle Vidrio, hijo de un carpintero procedente de Antequera. Ingresó de niño en el diocesano Colegio de San Miguel, en la Avenida, sobre cuyo derribo se levantó la Plaza del Cabildo. Allí Don Manuel estudió las primeras letras, hasta que a los 12 años ingresó en el Seminario. Y durante sus años de escolano de San Miguel fue lo que tantos de sus compañeros de colegio: seise de la Catedral. De toda la vida del nuevo santo sevillano que será canonizado el 16 de octubre, me quedo con ese dato: Don Manuel González es un seise que llega a los altares. Don Manuel González, "el obispo de los sagrarios abandonados" en 1902 fue enviado por el arzobispo a Palomares del Río para predicar una misión. Fue a la iglesia, que encontró abandonada. De rodillas, ante el Sagrario de Jesús Sacramentado, pensó en la cantidad de sagrarios abandonados que habría en el mundo, recibiendo la gracia carismática que transformó su vida y orientó sus obras eucarísticas. Era normal. Al fin y al cabo era aquel seise, quizá entonces sinvergonzón y travieso como todos, que tantas tardes de junio había convocado a los ruiseñores para que cantaran las glorias de Su Divina Majestad en el Sacramento de la uva y el trigo de la Custodia, sagrario callejero no abandonado, sino hallado y honrado por Sevilla entre juncia y romero.

 

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