ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC, 29 de julio de 2016               
                             
 

Pájaro de oro para Juan Britto

Escribo en estos días de la calor grande frente al Coto de Doñana y al horizonte inmenso de la marisma en el que sobresale la silueta de Gibalbín al fondo, donde alcanzo a ver con unos anteojos aquella blancura de la distancia que debe de ser el Cortijo de la Sierra donde Fernando Villalón quería criar toros con los ojos verdes del verde, verde limón de Rafael de León. Y escribo ante algunos cuadros queridos que me he traído a este rincón. Grabados que estuvieron en la salita de estar desde la que mi zapatera veía a su vecina la Giralda, o cuadros que me regalaron sus pintores. Ahora escribo ante un cuadro de pequeño formato, donde sobre un fondo cobrizo goza su libertad sobre una rama un pájaro de oro. Está firmado: "Britto". Por detrás lleva una dedicatoria. Es de la serie de los pájaros que una vez expuso Juan Bautista Britto y que en un artículo le elogié, por lo que tuvo el detallazo, porque tenía sensibilidad y delicadeza sobradas, de mandarme uno de los comentados "volátiles", como por aquella calendas llamaba José Luis Montoya a su alado y anónimo informante en su sección "El Patio" de ABC, que servidor le sacó de pila.

¿Hay pájaros tristes? Pues igual que hay gatos tristes y azules, hay dorados pájaros tristes. Hoy el dorado pájaro libre de Juan Britto, sin jaulas ni barrotes, está triste, porque bajo sus patitas posadas en las ramas me estoy enterando por Carlos Colón que aquel alegre y genialón pintor y escultor de Las Cabezas de San Juan ha muerto "a avanzada edad", como mandó poner con toda coquetería en su esquela, porque eso de decir los años que tiene una señora o un artista es una ordinariez. Aún estoy viendo la indescriptible sonrisa contenida y de sesión continua de Britto las noches en que aparecía por la Redacción del viejo ABC de Cardenal Ilundain, siempre de la mano de José Antonio Blázquez y camino de Los Gallos, donde iban a escuchar a un cantaor nuevo o ver a una niña que les habían dicho que bailaba la mar de bien, y que a lo mejor se llamaba Merche Esmeralda o Ana María Bueno.

Juan Britto era un hombre libre. El general Riego fracasó en su levantamiento de Las Cabezas, pero yo creo que dejó allí un reguero de libertades, que luego habrían de recoger y embalsar Juan Britto, o el Teatro Estudio Lebrijano, o Juan Bernabé. Britto contaba historias de Tánger, de su Tánger internacional, libre y abierto, que eran como una secuencia de "Casablanca" sin necesidad alguna Michael Curtiz. Como cuando operaron allí urgentemente de apendicitis a un real mozo a quien llamaban Don Juanito y que habría de restaurar la Monarquía en España con el título de Juan Carlos I, y por la clínica sólo aparecían a visitarlo Juan Britto y Antonio Colón Vallecillo, el gran periodista sevillano de Tánger o tangerino de Sevilla. Britto era más monárquico que la corona del escudo de España. Y Blázquez contaba sus leyendas increíbles, que si no ciertas, merecían serlo. Como cuando, usando un teresiano hábito carmelita a modo de bata de pintor, cual solía, andaba terminando unos frescos en la capilla de un monasterio donde Amós Rodríguez Rey iba para fraile. Cantiñeaba Britto pintando en lo alto de los andamios, y al verlo con la estameña exclamó el solemne hermano del Beni, con su voz de bóveda de cañón:

-- ¡Qué bien canta esa monja!

O como cuando Gabriela Ortega, una noche de flamenquerías, desde la mesetilla de una escalera se levantó la falda y enseñándole las piernas a Britto, le dijo, por García Lorca:--

-- ¡Mira, Juan, mis muslos de amapola!

A lo que Britto, con aquellos tres cuartos crecientes de la luna de su sonrisa de artista libre, le dijo:

--¡Tápate, so hijalagramputa, que te vas a resfriar!

Yo quisiera ahora que el pájaro de oro que me regaló Britto y ante el que escribo saliera volando en su homenaje. Valgan estas sentidas palabras, monárquico artista, como un pájaro que vuela en tu homenaje póstumo, pintor amante de todas las libertades, dueño del oro de la verdad que rebosabas con tu contenida sonrisa de doble fondo en tu pintura y en tu vida.

 

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