ANTONIO BURGOS | ANTOLOGÍA DEL RECUADRO


 

ABC de Sevilla,  19 de septiembre de 1988
                             
 
Memorias del Arenal (I)

SE escribe la Puerta del Arenal. Cuando lo lees, la memoria del reloj de la tienda de ese nombre te dice que se pronuncia Puerta Larená. Y te dice el barrio, que todos sabemos dónde estaba esa puerta por la que Sevilla salió al mundo y por donde a Sevilla le entró la Historia. Estaba exactamente ahí, donde ahora Los Jabuguitos y donde estaban Los Príncipes y ahora el Gallo Negro. Si miras ese altozano que forman Arfe, Sánchez Bedoya, Castelar, García de Vinuesa, Harinas, Adriano y Antonia Díaz, hasta adivinas el perfil de la puerta. El cartel de toros junto al puesto de periódicos te dice que allí hubo una puerta, como te lo dice el cartel de toros de la Puerta Osario, el cartel de la Puerta Real, el cartel que había en Cano y Cueto en la Puerta de la Carne. Y habrás de decir con los nombres suyos y clásicos las calles que has dicho: Aceite (Arfe), La Mar (García de Vinuesa), La Laguna (Castelar), Bayona (Sánchez Bedoya), El Áncora (Antonia Díaz). ¿Por qué no pides que las calles de tu barrio vuelvan a tener sus nombres? Y a la callecita de Casa Morales, que le pongan otra vez el cervantino nombre suyo de La Mosca, por donde don Tomás Gutiérrez pasaba con la botellita de vino de Alanís que había comprado para que se lo bebiera su amigo don Miguel de Cervantes, el recaudador de alcabalas.

La Puerta Larená... Miras al Bar Los Príncipes y estás viendo allí la Taberna de Valentín. Valentín es montañés. Te han dicho que es de los chicucos que se vinieron andando, babi y alpargatas, desde un valle de la Montaña hasta una tienda de ultramarinos de Sevilla o un almacén de Cádiz. En la Taberna de Valentín está la gente del toro, por todo tu barrio está la gente del toro. De la plaza es todavía empresario Salgueiro, que también vive en el barrio, en la calle Aduana, donde llegará el día que habrá de vivir Paco, el nieto de Palacios el de la colla del muelle, que habrá de cantar por sevillanas. Pero Salgueiro todavía no ha llegado hoy a la Taberna de Valentín. Hablas con un banderillero que se llama El Papeleta. Te dice que si te esperas un momento, verás a los picadores que paran en Casa de Valentín, a El Chícharo, a Manos Duras, a Ceniza. Te dice El Papeleta:

-—Mira, esos dos que vienen ahí son dos buenos aficionados del barrio. Los hermanos Cálzadilla...

En la puerta de la calle están los mocitos de la esquina, desocupados sin oficio, que piropean a las mujeres que vienen de comprar en la plaza. Te sigue diciendo El Papeleta que algún día que otro recala por aquí Juan Luis de la Rosa, ¿usted lo ha visto torear de capa, no?, y que también para aquí El Toboso, y Paco Perlacia... Y te dice:

-—Y ese montañés más joven que ves ahí fregando los vasos con su babi es sobrino de Valentín. Se llama Santos Goyguro, y habrá de hacerse célebre en todo el barrio, o si no, al tiempo; no así, fregando vasos, sino que éste va a pegar el revolotío, y éste se va a hacer industrial. ¡Industrial de masa frita! Cualquier cosa... Y verás tú cómo andando el tiempo, este Santos Goyguro, que tú habrás de escribir mucho de su familia calentera, pone también un pie en el mundo de los toros, y lo arrienda tó pá los picadores. Y verás tú cómo se va a casar con Consuelo, que la familia de ella es la que tiene este negocio de arrendarle los avíos a los picadores. Y este Santos Goyguro que tú ves ahí ahora fregando vasos, recién llegado de la Montaña, será con el tiempo el padre de Consuelo, y de Conchita, y de Fidela, y de Avelina, y de Santitos, y de Juana, que habrás tú de saber que aquí, en la famosa Taberna de Valentín, la de los mocitos de la esquina, es donde se ha hecho sevillano el padre de Juana la Calentera, porque yo no sé qué tiene esta Sevilla que a todos los montañeses me los mete en las cofradías, en los toros y me han dicho que cuando corran los tiempos y la gente se aficione al balompié, serán todos béticos, como un muchacho que ahora ya no está aquí en el barrio, que trabajaba en la Tienda del Reloj, y que anda todavía por la calle San Luis con un paisano y que tú habrás de conocer como Trifón.

 

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