ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla,  3 de septiembre de 2016
                             
 
En la Plaza sube el Pan

Antes, cuando volvíamos de los baños, lo curioso era ver qué calles de Sevilla estaban todavía cortadas y levantadas, manga por hombro, del catálogo de obras municipales acometidas pensando en dar lo menos por saco posible con la baja estival de actividad de la ciudad. En la vuelta, me he encontrado la verdad pocas calles patas arriba, como San Vicente junto a la iglesia parroquial. Quizá la novedad más llamativa sean los toldos (que no velas) de la Plaza del Pan. Que han puesto, y nunca mejor dicho al humo de las velas: cuando la calor gorda ya tiene que haber pasado, como deseo que el levante deje de fastidiar como ha estado jodiendo la marrana todo el santo verano, para gozo de surferos y kaitsurferos de Tarifa y fastidio del resto del personal veraneante en las playas atlánticas de Andalucía la Baja.

Permítanme un cuarto a Espadas (don Juan) sobre lo de los toldos de la Plaza del Pan. Que han hecho que en la Plaza suba el Pan de los absurdos dispendios hispalenses. Eso pasa por poner toldos y no velas. En Sevilla lo clásico fue siempre entoldar las calles del centro con velas. Que se llamaban así porque en muchos casos eran reciclado puro del trapo de los barcos de vela. Como estábamos a dos velas, aprovechábamos como toldos las velas viejas de los barcos para dar sombra a las calles. Con un sistema de cabos y garruchas que era de lo más marinero; porque no eran parasoles estables y fijos como los que ponen ahora, sino que, como ya he explicado aquí, se corrían por la mañana, cuando el Lorenzo decía aquí estoy yo, y descorrían por la tarde, para que entrara la mareíta fresca de Sanlúcar que subía por el río.

Si en la Plaza del Pan hubieran hecho lo de siempre, poner velas de fachada a fachada, ni se habría retrasado la instalación de estos triangulares toldos-tanga (como los han llamado), ni sería aquello una mamarrachez moderna más. Y si no querían tocar las fachadas, ¿para qué están los palocorpus? Sí, los palos gordos, para mí que también antiguas arboladuras de buques desguazados, que colocan en la Plaza de San Francisco para poner las velas de la sombrita para Su Divina Majestad y la imagen gótica de la Virgen de la Hiniesta en el Corpus. Palocorpus que con muy buen criterio también han puesto últimamente en el Andén del Ayuntamiento, sosteniendo sus velas y su sombrita para que no les dé la solanera a los novios de las bodas civiles cuando los fines de semana ponen aquello con más arroz que la fábrica de los Hernández.

¿Por qué esa tontería de armar unas carísimas estructuras metálicas para poner unos toldos de chichinabo, que ahora valen, que ahora no valen, y estrenarlo todo como para celebrar el regreso de la ciudad a la actividad normal tras el paréntesis del mes de la Virgen? (Inciso: por ahí, el Mes de la Virgen es mayo; en Sevilla, no. En Sevilla, el mes de la Virgen es agosto, que es cuando cae el Día de la Virgen, que no hay ni siquiera que decir qué día es y de qué Virgen se trata. ¿Y mayo? Pues mayo es el Mes de las Glorias, que es otra cosa. En Sevilla se está siempre en la gloria, pero, además, en el mes de mayo salen las Glorias. Imágenes "letíficas", que dicen los cursis, de hermandades gracias a las cuales las cofradonas lenguas de doble filo aseguran que podemos tener fe en mi café, mi café Saimaza.)

En la Plaza del Pan se debían de haber dejado de tantas chuminás modernas de estructuras churris modelo calle Tetuán frente a C&A, y haber plantado los palos de Corpus y extendido las velas de toda la vida. Como están en El Salvador, sin tanto cuento. Total, que se hubieran imaginado que por la Plaza del Pan y no por la vieja calle Culebras pasaba el Corpus camino de la calle Francos, haberlo puesto igual que El Salvador, y listo. O de fachada a fachada, como hasta se ponían de velas toda la Avenida y a la iconografía de los pintores románticos me remito. Y si no, cuando pasen por la iglesia del Sagrario, fíjense en las argollas de hierro que hay todavía en su fachada para amarrar allí los cabos marineros que sostenían a las velas de toda la vida. Y no subía el pan de los derroches presupuestarios.

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