Era un sevillano apolíneo. Socio número 1 del Sevilla F.C. y hermano número 1 del Silencio y del Baratillo. ¡Cualquier cosa! Sevilla pura del olivo de la Minerva Baeticae de Buenas Letras. Arquitecto de la generación de Balbontín, de Galnares, de los hermanos Medina, entre sus obras nos dejó dos que son, vamos, dos casitas adosadas: la basílica de la Virgen del Rocío y la del Gran Poder. Me estoy refiriendo al arquitecto don Antonio Delgado Roig. Como compañero de curso en Portaceli de su hijo Joaquín, me tenía tanto aprecio como yo a él respeto. Por lo que un día me atreví a preguntarle:

-- Don Antonio, ¿cuántos arquitectos hay en Sevilla?

Me respondió con pura gracia sevillana, finísima; ya digo, apolíneo:

-- ¡Más que albañiles, Burgos, más que albañiles!

Me he acordado de Delgado Roig al ver la cantidad de hoteles que están haciendo, van a hacer o han hecho en Sevilla. Cuando la Expo no fue nada. Ahora es cuando se están haciendo hoteles por un tubo, ¿a que matan la gallina de los huevos de oro? Preguntas ante una obra:

--¿Qué están haciendo aquí?

-- Otro hotel más.

No me atrevo a preguntar cuántos hoteles hay ya en Sevilla, porque seguro que me dirán, a lo Delgado Roig:

-- Más que turistas, Burgos, más que turistas.

No hablo ya de plazas hoteleras, que de esas hay muchas más que turistas. Seguro. Sobre todo si les sumamos los edificios de apartamentos turísticos con la placa azul de la llave dorada en la puerta y los cientos de pisos turísticos medio clandestinos o clandestinos totales, que no están declarados ni regulados. Ay, de ti como a un vecino del bloque le dé por convertir su propiedad de pleno dominio en piso turístico. Tendrás junto a tu puerta o en el piso de abajo la Fonda del Peine, con un huésped nuevo cada día, ora unos niñatos de mochila y chancla, ora un señor inglés muy atento y exquisito, que viene con su señora a paladear el otoño sevillano. Los que creían que la mayor desgracia en una comunidad de vecinos era un piso de estudiantes comprueban ahora que hay casos peores: cuando les ponen un piso turístico, y más si los ocasionales huéspedes de turno son vocingleros, trasnochadores y borrachucios.

Decía que ya hay más hoteles que turistas. Pero no plazas hoteleras, sino hoteles. ¿No nos estaremos pasando? ¿No habrá una competencia tal que acabaran todos tirando los precios, como me cuentan que ha ocurrido en Granada, donde se les ha ido la mano y están ya muchos nuevos hoteles con el agua al cuello y habitaciones vacías para dar y regalar? Ya lo leyeron ayer en el reportaje de Eduardo Barba: en la casa de Cecilia Ybarra de la calle Castelar han puesto un hotel de lujo. En la portada de ABC lo verían, cambiado por cierto incomprensiblemente el color histórico, la almagra sevillanísima de la fachada, por un blanco totalmente NH, sin que Patrimonio haya dicho ni pío. Donde estaba el centro cultural del Monte de Piedad en Molviedro van a hacer otro hotel. Otro en los altos del antiguo Bar Colón de las inolvidables bandejas de acero inoxidable de frito variado. En el antiguo Vilima, otro hotel. En Antares, otro más. No sigo porque es más fácil decir dónde "no" van a hacer un hotel. A este paso, capaces son los calonges de hacer un hotel en la Sacristía Mayor de la Catedral, como Amigo Vallejo hizo el Hotel Los Seises en el Palacio Arzobispal. Pero no se preocupen. Es la persistencia de la Sevilla Barroca y su "horror vacui". Igual que en San Luis de los Franceses o en la Capillita de San José no hay un hueco vacío, sin decorar, en Sevilla no hay calle sin su buena media docenita de hoteles, hostales, pensiones, apartamentos y pisos turísticos. Lo malo es que van a estar estrictamente de "horror vacui": qué horror, lo vacíos que van a estar todos, con tanto hacer hoteles. No hay turistas en el mundo como para llenar tanto hotel como se está abriendo en Sevilla.

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