Hago mías las palabras del pregonero ayer en ABC. Con dolor. Constato que la Semana Santa cada vez es menos "Dios en la ciudad". Una Semana Santa sin Dios, como un espectáculo estético (precioso, por cierto) en el que las bandas y los costaleros tienen más protagonismo que las imágenes. Para muchos es una fiesta de los sentidos...pero sin sentido religioso. Esas hordas y turbas de niñatos que "okupan" todo lugar por donde pase una cofradía, y especialmente las calles del centro, y nada digo de la Madrugada, ¿van a rezar a Cristo que pasa, o a pasarlo bien? Y no sólo niñatos en la bulla que degeneró en masa. Hay muchos aficionados a las cofradías que se autotitulan "cofrades" que le dan más importancia a lo secundario que a lo fundamental. Llega un paso y a veces ni miran al Cristo. Sólo se fijan en los pies de los costaleros de la primera trabajadera que asoman por debajo del faldón, para ver si echan el izquierdo por delante. Hay mucho espectador del deporte de levantamiento y traslado de pasos. Como hay mucho sensible crítico artístico de esa restauración de un manto, de esa nueva saya. Pero, hijos míos, ¿qué estáis? ¿Viendo las cofradías o asistiendo a una exposición? ¿No os hartasteis con la recuperación por el Círculo Mercantil de la antigua Exposición de Estrenos del Salón Colon del Ayuntamiento, donde las hermandades presumían de todo lo nuevo que habían encargado, vendiendo a los pueblos o a ciudades cercanas auténticas obras históricas de nuestro patrimonio cofradiero, y si quieren cito sangrantes casos de Jerez o de Cádiz?
Estas cosas antes en Sevilla no había que explicarlas. No había este clima que hace peligrar el verdadero sentido religioso de la Semana Santa, convirtiéndola en un Parque Temático, como la ciudad toda. Nadie tenía que decir, como sostengo con respecto a la Catedral y a tanto templo iluminado por la Fundación Endesa, que la penumbra también reza. La penumbra te invita al recogimiento, a la meditación, a pensar en lo transcendental. Pero veo que hemos llegado a un punto peligroso en que estas cosas sí hay que explicarlas. El Consejo de Cofradías ha tenido que pedir a los comercios, especialmente a los de la carrera oficial y de La Campana, que apaguen las luces de sus muestras y escaparates cuando estén pasando cofradías. Esto antes no había ni que decirlo. El propio Ayuntamiento daba ejemplo, apagando las luces de las plazas y calles de las iglesias a la salida de una cofradía o a su entrada. O Francos. O Cuna. Había como un sevillanísimo farolero municipal que sabía lo que había que apagar, dónde y cuándo lo había que apagar, para que no desentonaran esas luces ni se cargaran la penumbra que le reza a Cristos y Vírgenes.
Salgo de la Plaza de San Francisco, tiro por Sierpes y me da pavor. ¿Cuántos comercios nuevos se han abierto desde la última Semana Santa en esta parte fundamental de la carrera oficial? De ellos, ¿cuántas franquicias? Franquicias sin paladar en una ciudad que lo está perdiendo, que está dejando morir sus comercios tradicionales, entre las rentas antiguas y las grandes superficies. Y de estas franquicias nuevas de Sierpes o, lo que es peor, de La Campana, ¿cuántas saben que la costumbre en Sevilla es apagar escaparates, muestras e incluso balcones abiertos para dar penumbra de oración a los pasos? El Consejo lo recuerda, pero si aquí no se le hace caso al Ayuntamiento con los veladores, ¿se le va a hacer caso al Consejo con las luces? Y no sólo franquicias, ¿eh? La impresionante Campana de la Madrugada, cuando llega el Gran Poder, tiene en un balcón la chirriante luz de una peña bética, con ese pedazo de escudo reluciente. Yo he visto al Gran Poder con el escudo del Betis iluminado al fondo...y se me ha quitado la afición por el Betis. Ojalá La Campana y Sierpes, y Francos, y Cuna, y la Avenida, se apaguen, y no tengamos que decir con Manuel Machado a los tíos de las franquicias: «Tu calle ya no es mi calle,/ que es una calle cualquiera/con luces LEED pá jartarse».
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