ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 15 de mayo de 2017
                               
 

Entrada al Duque

Se acordará usted de los antiguos avisos por la megafonía del Corte Inglés, ¿no?: "Doña Juana Martínez, la esperan en puerta de salida al Duque". Bueno, pues ayer, gozosamente, la de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras en la Casa de los Pinelos fue justamente al revés: "Puerta de entrada al Duque". De Segorbe. A don Ignacio Medina y Fernández de Córdoba. Como académico numerario, con todo derecho, con toda justicia. En su ponderado y brillante discurso de ingreso habló sobre "Los archivos nobiliarios; de fortalezas de perpetuidad a Universitates Rerum". En nombre de la corporación le contestó el historiador Vicente Lleó. Pero me hubiera gustado, y bastante, contestarle yo.

-- ¿Por lo que iba usted a largar del Duque?

No, de eso ya se encarga una cierta Sevilla que lo tiene enfilado. Yo iba a largar, como aquí hago, y sin límites académicos, de todo lo contrario: de lo desagradecida que ha sido Sevilla con el Duque de Segorbe, uno de los primeros, si no el primero, en el tiempo y en la dedicación, salvadores del patrimonio histórico-artístico de la ciudad. A bote pronto y de memoria, me abro de capa diciendo que a Segorbe (porque se escribe "Duque de Segorbe", pero se pronuncia "Segorbe" a secas) le debe Sevilla la salvación del desamortizado Cuartel del Carmen en la calle Baños; los Jardines del Valle, que iban a talar; el mantenimiento de al menos la fachada de lo que fue Maestranza de Artillería en el Paseo Colón y ahora teatro de la ópera. Esos tres monumentos y muchos más salvó desde su labor en Adelpha, la asociación pionera en la preservación y defensa del patrimonio artístico, que creó en Sevilla, de la mano de su maestro Santiago Amón, una mentalidad conservacionista y de valoración de una riqueza monumental que con el entonces vigente PRICA andaba en manos de los especuladores que estaban haciendo rico a Pavón el derribista. Y a la destrucción de la Plaza del Duque me remito.

Pero Segorbe predicó con el ejemplo, y aparte de Adelpha, creó Pro Sevilla, una sociedad inmobiliaria que se dedicó a comprar casas viejas de la antigua Judería de San Bartolome a punto de ser especuladas para su derribo y construcción del bloque horroroso de turno. Gracias a Pro Sevilla existe aún, pura, intacta, no degradada como la de Santa Cruz, la Judería de San Bartolomé. Como existe el Convento de Santa María de los Reyes, que salvó de la piqueta, y tantos y tantos edificios que si me pongo a relacionarlos me falta papel y estamos aquí hasta mañana.

Todo esto hubiera largado yo en el discurso de contestación a Segorbe. Y hubiera dicho más: que Sevilla, desde Ayuntamiento a sus "lobbies" culturales, ¿saben cómo le han pagado esta labor? Con su moneda de oro: nada. Dándole disgustos, poniéndole pegas y multándolo Urbanismo. ¡Y con esas lenguas largando tela! Cuando las espurrean cada año entre los mindundis, a Segorbe no le han dado ni la Medalla de Andalucía ni la de Sevilla. Sólo por su iniciativa de la puesta en marcha de la Fundación Casa Ducal de Medinaceli para tener de dulce el patrimonio monumental de su familia merecía ambas distinciones. Usted sabe eso de "un antes y un después", ¿no? Pues tal ocurre con la Casa de Pilatos, monumento del que sobran los elogios: hay un antes y un después de Segorbe en la conservación, sacado de brillo y puesta en regadío turístico de la Casa de Pilatos. Por no hablar de la reconstrucción del San Juanito de Miguel Ángel que los rojos destrozaron cuando la guerra en Úbeda. O del Hospital de Tavera en Toledo. O del Pazo de Oca. A pesar de tan ingente labor en favor del patrimonio, no tiene la Medalla de Bellas Artes, ni la Gran Cruz de Alfonso el Sabio. En la ingrata Sevilla, el primer honor, justísimo, que recibe Segorbe es la medalla de numerario de Buenas Letras, que ayer abrió la "puerta de entrada al Duque". Por eso me hubiera gustado contestar a su discurso de ingreso. Porque, como habrán visto, me iba a haber ocurrido como al Niño de los Garbanzos de Gandía: "Opá, que vì a largá". Sí, "largá" porque Segorbe es amigo mío, ¿passsa algo? Demasiados enemigos tiene ya como para que los leales no le seamos fieles.

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