ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 4 de septiembre de 2017
                               
 

Marmolillos y macetones

Contaba mi maestro don Manuel Halcón que en vísperas de la Exposición Iberoamericana de 1929 y del éxito social de la luego llamada "Arquitectura del Regionalismo" por Villar Movellán, que a un sevillano que fue a Madrid le preguntaron cómo estaba la ciudad, y con toda la guasa de nuestro mundo respondió:

--¿Que cómo está Sevilla? Mira, Sevilla está que como te descuides, te coge Aníbal González y te pone un zócalo de azulejos.

Algo así ocurre ahora. Si yo ahora mismito cogiera el Ave, me fuera Madrid y me preguntaran como al sevillano de Halcón, contestaría:

-- ¿Que cómo está Sevilla? Hasta las trancas con el canguelo de que con el cuento de Al Andalus la morería yijadista nos vaya a jugar una jangá asesina donde más turistas hay. Mira, Sevilla está que te coge el alcalde Juan Espadas y te pone un macetón o un bolardo.

Muy bien puestos, por cierto; no habré de ser yo quien critique las medidas de seguridad tomadas por el Ayuntamiento, sino todo lo contrario. Es más, organizaba algo muy sevillano: una "mudá" o retranqueo de macetones que están en sitios inútiles para colocarlos en los lugares donde más falta hacen. Por ejemplo, en el Puente de los Remedios, sus dos carriles están separados por unos macetones que allí no hacen absolutamente nada, y tendrían mucha mayor utilidad en los sitios de aglomeraciones donde puede estar la leña marismeña de los terroristas. Y las calles peatonales que hay en Los Remedios Viejos están llenas de estos macetones, absurdos allí, cuando tales vías están vedadas a la circulación por sus correspondientes marmolillos.

Sí, marmolillos. Así es como toda la vida de Dios hemos llamado en Sevilla a los que ahora dicen "bolardos". ¿Qué bolardos ni bolardos? ¡Marmolillos! ¿Nos vamos a quedar sin el puesto de calentitos del Postigo, sin los veladores de la Confitería La Campana, sin el cachopo del Bar Asturias y también sin la palabra "marmolillo", tan nuestra? Y tan correcta. Viene en el DRAE en su acepción estrictamente sevillana: "Marmolillo. Poste de piedra destinado a resguardar del paso de los carruajes". Para la colección de contradicciones y duales sevillanos de Paco Robles, algo curiosísimo: aunque se llaman "marmolillos", no suelen ser de mármol, sino de hierro fundido. Inicialmente, me imagino, serían fustes de columnas romanas de acarreo de la que se llamaba "Sevilla la Vieja", que era Itálica, la gran cantera de materiales de construcción hasta para la propia cimentación de la Giralda.

Y junto a los marmolillos, vulgo bolardos, los macetones. Los grandes macetones redondos que Soledad Becerril compró y colocó por Sevilla cuando era alcaldesa, fundamentalmente para impedir el tránsito rodado de un modo más que disuasorio. En materia de quitamiedos contra el terrorismo de la babucha y la chilaba, a Soledad Becerril le está pasando como al Cid: que está ganando la batalla de sus macetones 18 años después de dejar de ser alcaldesa. ¿Cuántos macetones no compraría durante su alcaldía Soledad Becerril que los hay en los almacenes municipales para dar y repartir por toda Sevilla como quitamiedos? ¿Cuánto dinero público, o sea, de todos, nos hemos ahorrado gracias al aprovisionamiento de macetones que hizo Soledad? Ya que está jubilada como Defensora del Pueblo y se ha ido a vivir a Madrid, tendría que venir a darse una vueltecita para ver los beneficiosos efectos de su obra. Entre las medidas de seguridad, les llamo "los macetones de Soledad". Que no sé si saben que en la dual Sevilla hubo un tiempo en que tuvimos, no dos, sino tres Soledades: la Soledad de San Lorenzo, la Soledad de San Buenaventura y la Soledad de la alcaldía. Que se hartó de comprar estos macetones que ahora nos quitan el miedo a la morancanía asesina cuando los vemos preservando las colas de guiris ante la Puerta del León del Alcázar o en la Plaza de la Virgen de los Reyes.

 

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