Cuando hablamos de los beneméritos y resistentes comercios tradicionales de Sevilla solemos citar la Papelería Ferrer, El Cronómetro, la sastrería Galán, la sombrerería de Maquedano, la Joyería Reyes, pero se nos suele ir vivo un establecimiento que, si no es centenario, poco le falta, pues hasta su nombre lo proclama: "Al Siglo Sevillano". Ya saben donde está: en la parte final de la calle Alvarez Quintero, la más cercana al Salvador. Se da uno de cara con él cuando se sube desde Chicarreros, con sus escaparates con escudos de todas las cofradías, fajas para costaleros, capirotes cuando llega la Cuaresma y siempre banderas. Este es el comercio que antaño, cuando se acercaba la Semana Santa, ponía un nazareno en el balcón: un maniquí vestido de nazareno allí asomado como un ser vivo, que junto con la pancarta de los capirotes en la Puerta de Carmona y las cartoneras colgadas en la Alcaicería era el más cierto anuncio de la cercanía de los días del gozo.
Ahora "Al Siglo Sevillano" se está hartando de vender banderas de España. Sí, enseñas nacionales, Sí, banderas rojigualdas, símbolo de nuestra Patria, de esta España común e indivisible, ¿passssa algo? Pues pasa que el dueño de la tienda, don Ángel Ramírez, está encantado. Como lo están no lejos de allí, en otro clásico y tradicional comercio que también trabaja como especialidad el género cofradiero, en Casa Velasco. Como lo está hasta el chino del bazar de la calle de la Mar, el que abre incluso el Jueves Santo, que se está hartando de vender banderas de España. Y el señor Ramírez, con las ventas de banderas en "Al Siglo Sevillano" nos ha dado la clave. Ha dicho a ABC: «Ni en el Mundial se venden tantas banderas de España como estos días». O sea, que estamos formando la mundial con las banderas de España, y a mucha honra. Es una maravilla esto de que Sevilla se llene de banderas de España sin necesidad de que juegue la selección nacional de fútbol. Bueno, la selección, no: juega algo más importante. Juega España, España misma, la unidad constitucional de la Patria, el imperio soberano de sus leyes, los deseos de concordia de la mayoría de nuestros compatriotas. El domingo juega España porque nos jugamos el ser y la esencia de la nación, las libertades que conquistamos con la Constitución de 1978, la democracia que nos devolvió el Rey Don Juan Carlos, oyendo el clamor de un pueblo que la pedía y renunciando a ser el monarca absoluto que había recibido la Corona, para consagrar el principio de la soberanía popular, que tampoco fue poca renuncia y nunca nadie se la reconoció.
A mí, como a usted, me da alegría y confianza en el sistema ir por esas calles de Sevilla y ver los balcones colgados con la bandera de España sin necesidad de que juegue la selección nacional de fútbol, como dice el dueño de "Al Siglo Sevillano". Pero por otro lado me da jindama, canguelo, y sigan poniendo sinónimos castizos, pensar que lo que aquí en Sevilla, gracias a Dios y a su Madre de los Reyes, es un signo de normalidad democrática, de afirmación en España, poner la bandera rojigualda, es un acto heroico en una parte de la nación como las provincias de la autonomía catalana que quieren irse y están pidiendo un taxi para hacerlo.
Acabo de colgar la bandera en mi balcón. "Colgar balcones", ¡qué expresión más sevillana! Y con la bandera patria, ¡qué expresión más cierta de afirmación en lo que defendemos frente a los separatistas, en la soberanía nacional que esos tíos, como la propia Constitución, se saltan a la torera, y eso que han prohibido la Tauromaquia como Fiesta Nacional! ¿Y saben de qué me acordé mientras colgaba el balcón con la bandera? Pues de cuando, voluntario en la Agrupación Obrera y Topográfica, juré defenderla y la besé para refrendarlo. El aire de Sevilla, bendito aire, que empezó a flamearla con todo orgullo, le dio por mí ese beso. Sí, el domingo juega España. Por eso venden tantas banderas y hay tantos balcones colgados; porque los que nos sentimos españoles por andaluces y por sevillanos sabemos lo mucho que se juega España el domingo.
--
Correo
Si quiere usted enviar algún comentario sobre este artículo puede hacerlo a este correo electrónico
