ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla,  30 de enero de 2018
                               
 

Esa luz que tarda

Sevilla es como un pozo sin fondo que no se agota por muchas sequías que vengan. Cada día le descubres una esquina, un rito, un silencio, una espadaña, una placa que recuerda algo en un muro. Como el triste muro de la calle Don Remondo, a la espalda del Palacio Arzobispal, donde siempre estará la memoria del asesinato de Alberto y Ascen, y no hay que decir sus apellidos siquiera, aunque están inmortalizados en azulejos por la calle Torneo, a la orillita del río, para saber quiénes eran aquellos dos mártires de la democracia ejecutados por los verdugos de la ETA.

Siempre descubres algo de Sevilla, porque la ciudad, aunque siempre es la misma, siempre es distinta. Miren: estamos acabando enero, el de la Cuesta tan famosa como la del Bacalao, y aún no han aparecido, como otras veces, los barruntos de los días del gozo. Y mira que este año cae temprano la Semana Santa. No soy un jefe de los indios apaches y no tengo claro el almanaque de las lunas, pero me parece que estamos ya sólo a dos lunas de la primera llena de la primavera, la que marca los días grandes. De lo temprano que cae este año el Domingo de Ramos daré sólo un dato: es el día en que cambia la hora, cuando no sé ahora bien si se atrasan o se adelantan los relojes; pero, vamos, cuando empieza el horario de verano. El día de San Valentín, el 14 de febrero, ya mismo, es el Miércoles de Ceniza; y el 25 de marzo, el Domingo de Ramos. Por decirlo en sevillano puro de oliva del árbol de Los Panaderos: que esto ya está aquí, señores. Pero este año, qué cosa más rara, no acaban de llegar los barruntos de la primavera, las impaciencias del comienzo de la Cuaresma. Con decirles que aún no han presentado el mamarracho en forma de cartel o el cartel en forma de mamarracho con el que cada año los maestrantes anuncian el abono de los toros que les organiza su arrendataria la Empresa Pagés. Y tampoco se han anunciado esos carteles taurinos, ni la apertura del abono de la plaza del Arenal. Abono que no está como la Luna del Parasceve, sino en fase menguante. Y más que lo habrá de estar. Mientras que a los abonados taurinos no les hagan una rebaja al comprar al por mayor y les cuesten las entradas igual que a quien las saca sueltas, y sólo de los carteles que le interesa, aquí cada vez habrá menos fieles pagadores de Pagés que se retraten con el talón conformado del banco, pagando en marzo una corrida que habrán de ver en San Miguel.

Hablando de abonos: el único signo palpable de que esto ya está aquí, aunque este año apenas lo parezca, es que antes de mañana hay que retirar y apoquinar los de las sillas de la carrera oficial en el Consejo de Cofradías, que eso sí que es un rito precuaresmal de Sevilla, salir con las cartulinas en el bolsillo, en las que vienen los cupones que han de cortarte los antipáticos porteros de las entradas a las parcelas el Domingo de Ramos y el Lunes Santo.

Y como Sevilla en el poema a las capitales andaluzas de Manuel Machado "...y la luz". Este año no solamente no me llamado todavía Fernando Ortega para decirme que ya han llegado nuestras cigüeñas del Postigo a la chimenea de la Maestranza de Artillería en la calle Dos de Mayo, sino que en los atardeceres está faltando a lista de retreta la luz que anuncia la primavera y le pone fin a los birujis del invierno; luz que otros años por estas fechas ya estaba aquí. Aquí lo que está ya aquí es este persistente frío que no acaba de irse el puñetero, y que padecemos lo menos desde el día de Todos los Santos, y que hace pensar que más que en Sevilla estamos en la ciudad de mi apellido. ¿Por qué tarda tanto en venir este año esa luz que nos hace decir el clásico "esto ya está aquí"? Con este frío, que toda Sevilla es un inmenso Matacanónigos, es que no dan ganas ni de hablar de Cuaresma y a mí, más que firmar este artículo, lo que me pide el cuerpo es echarle una firmita al brasero bajo las ropas de la camilla. ¿Será esto parte del cambio climático, dejarnos a los sevillanos con este frío y sin esperanza alguna de que llegue el anuncio rotundo de esa luz que nos dice que esto ya está aquí? Este año parece que, aunque viene tan temprano, todavía esto no está aquí. Ni se le espera. Ojú, que frío.

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