ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla,  24 de marzo de 2018
                               
 

Días del Después

Me gustaría ser un experto en Economía, disponer de algún aparato medidor de la actividad empresarial, comercial, profesional, docente, cultural para comprobar algo muy sevillano. Porque los dos o tres últimos han sido como el título de una serie de Netflix: "Los días del después". Los días en que todo lo que teníamos pendiente con alguien, un papeleo, un negocio, un proyecto, incluso un viaje, lo hemos aplazado. En estos días, todo se ha aplazado en Sevilla, porque desde ayer en muchos barrios y desde mañana en la ciudad entera estamos en lo que debemos estar: en la Semana Santa, que cada cual la vive a su manera y como le da la gana. Algunos incluso yéndose a La Antilla, o hasta a Las Antillas. O a ese Cancún que parece que lo regalan, porque todo el mundo se va a la Riviera Maya, con las playas tan buenas que tenemos en Andalucía, o, si queremos meternos un poquito más en carretera, en el borde mediterráneo del Levante español.

¿Cuántas veces se ha pronunciado en Sevilla en los últimos días la frase del aplazamiento, lo de "mira, mejor que lo dejemos para después de Semana Santa"? Algo muy distintivo de Sevilla es que en las dos grandes fiestas, en la Semana Santa y en la Feria, la ciudad no se paraliza. La gente está en estos días de Semana Santa viendo entrar cofradías a lo mejor hasta las dos o las tres de la mañana. Pero es que a las ocho y media abren puntuales los bancos, aunque al ventanillero, que salió ayer de nazareno, le lleguen las ojeras hasta la máquina de contar billetes. Y en Feria, igual, nada se paraliza. Abre el Cortinglés y abre el Nervión Plaza, y las tiendas del centro, y las tiendecillas de los barrios. Sólo las tardes, quizá, sean de cierres abajo; pero las mañanas de Semana Santa, excepto las de los dos días grandes de Jueves de Mantillas y Viernes de ver entrar a las Esperanzas, la actividad comercial y económica de la ciudad no está "sosegada y en calma", como informa la Ronda al deán de la Catedral, sino en plena actividad.

Bueno, pues a pesar de todo eso, hay quien no entra por el aro y ha iniciado por su cuenta los Días del Después. Sobre todo los indolentes. Los flojos, vamos. Los que no quieren doblarla. O los que no quieren dar la cara. O los que no quieren retratarse, que es como le llamamos aquí a pagar lo que se debe. Son los que si llamaste ayer te dijeron:

-- Mira, mejor lo dejamos ya para después de Semana Santa.

Es indolencia, pero también una suerte de larga cambiada para librarte de pesados y de plastas que pretenden que hagas algo o vayas a algo que no te interesa en absoluto:

-- Si te parece, mejor cuando pase la Semana Santa, ¿no?

Los días que van entre Semana Santa y Feria deberían ser los más ajetreados y activos de todo el calendario sevillano, por la cantidad de cosas que dejamos para después que haya entrado La Soledad en San Lorenzo. Vana creencia. Todos sabemos que después de la Semana Santa viene la Feria. Que, aparte de una de las dos grandes fiestas, es otra de los dos grandes excusas para quitarse mochuelos de encima. Como los plastas hasta tienen memoria, el que quedaste con él para después de Semana Santa te llama puntual el martes o miércoles de Pascua Florida, para recordarte:

-- Te llamo porque como quedamos en vernos después de Semana Santa y ya ha pasado la Semana Santa...

Ah, pero no la Feria. El sevillano que se quita mochuelos de encima tira entonces de calendario de fiestas y le dice al plasta, muy resuelto:

-- Mira, no te puedes imaginar la cantidad de cosas que tengo atrasadas con esto de la Semana Santa y que debo resolver todavía. Así que, ¿por qué no lo dejamos mejor para cuando pase Feria?

Lo peor es que la cosa que no quedará ahí. Me pongo lo que sea a que cuando pase Feria y lo llame para que, ¡por fin!, se vean, va y le dice:

-- Mejor que lo dejemos ya para después del Rocío.

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