Heliópolis fue a la Exposición Iberoamericana de 1929 lo que Ciudad Expo a la Universal de 1992: una barriada construida para alojamiento de técnicos y personal de los pabellones del certamen. Estaba entonces en los chirlos mirlos, al final de todos los pabellones de la Exposición, pasado su Sector Sur y junto al que se llamó su "Stadium", que luego habría de ser el Campo del Betis. Se construyeron 390 chalés, sobre cuyo conjunto, por cierto, llamo desde aquí la atención de Adepa, ya que muchos de ellos están siendo derribados y reconstruidos con un estilo distinto al regionalista que tuvo la unidad inicial del barrio. Heliópolis no se llamó inicialmente así. Aquellos chalés fueron los "Hoteles del Guadalquivir", o más familiarmente "Los Hotelitos". Tanto es así, que hasta que desaparecieron los tranvías, el que llevaba al barrio y deba la vuelta de retorno al centro en la actual Glorieta del Alcalde Fernando Parias, llevaba en su tablilla ese nombre: "Hotelitos del Guadalquivir".
Terminada la Exposición de 1929, los chalés fueron medio abandonados, y tras la quiebra de la empresa constructora y muchas peripecias administrativas, los Hotelitos pasaron al Patronato de Política Social Inmobiliaria del Estado, que los alquiló a personas que cumplieran determinados requisitos, y casi todos quedaron habitados por funcionarios, periodistas y personas adictas al régimen republicano que se acababa de instaurar en España y en el Ayuntamiento y Diputación de Sevilla. Y de esa época le viene el nombre de Heliópolis. Lejos del centro, sólo unido por el tranvía, junto a una zona inundable del Guadaira, en Los Hotelitos no había un árbol y pegaba una solanera que no te quiero ni contar. Y fue un ocurrentísimo y polifacético sevillano quien lo bautizó, de broma. Hablo de Juan Lafita Díaz, que fue director del Museo Arqueológico y cultivó la pintura, el periodismo, la caricatura, la Historia e incluso el cine, hijo del pintor José Lafita Blanco y hermano del escultor José Lafita Díaz, el autor de la fuente de la Plaza Virgen de los Reyes. Juan Lafita, un artistazo, fue por cierto el precursor y primer defensor del uso de la bicicleta, cuando ni se soñaba en Sevilla con el carril-bici. Así, en bicicleta, le hizo Juan Aparicio López un memorable retrato literario en su libro "Españoles con clave" (1945). Como periodista, Lafita trabajó fundamentalmente en "El Correo de Andalucía", donde hizo de todo, y, a la usanza de la época, utilizó multitud de seudónimos: "Bemoles" como crítico musical, "Bambalina" como crítico teatral, "Juan Hispaleto" como crítico de arte, "Don Objetivo" como crítico de cine, "Jatifal" como cronista social, "Fuselaje" como crítico de Aviación o "Percaline" como crítico de moda.
Dotado de un gran sentido del humor, fue Juan Lafita el que viendo el solazo que caía en el verano en las deforestados Hotelitos del Guadalquivir, cuenta la leyenda que le puso de mote al barrio "Heliópolis", como la del Antiguo Egipto, o sea "la Ciudad del Sol". Del solazo. De la solanera. Siempre según esa leyenda, el nombre de Heliópolis es algo tan sevillano como un mote popular que hizo fortuna, cual llamar "Las Setas" al Metropol Parasol y que ya, como los Hotelitos son Helióplis de todas, todas, son Las Setas de todas, todas. También tuvo otro mote popular posteriormente Heliópolis, que fue "El Lío Padre", porque hasta que les pusieron nombres de ríos españoles o de países hispanoamericanos, las calles estaban rotuladas sólo con letras y era un lío encontrarlas.
¿Que por qué cuento la historia y leyenda del solazo de Heliópolis? Porque si Juan Lafita viviera, aparte de estar encantado yendo como ciclista por el carril-bici, al ver la solanera de la Avenida de la Constitución o del Paseo Marqués del Contadero, sin un árbol, diría que toda Sevilla es Heliópolis: la Ciudad del Sol. De la solanera. De los turistas comprando sombreros de los chinos como los locos para librarse de este solazo. Y encima, sin velas en las calles.
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