ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  15 de octubre de 2018
                               
 

Blanco y en botella...miento

En esta Sevilla que igual que el otro era mitad monje y mitad soldado es mitad tradición y mitad novelería, no sé si han observado la última novedad, algo que se está convirtiendo en un clásico: el embotellamiento imprevisto. El embotellamiento imprevisible e inevitable, que te pilla por sorpresa. Que no hay quien lo programe ni lo tenga en cuenta a la hora de coger el coche, para dar un rodeo, por largo que sea, y evitarlo. Lo explico, por si no lo han sufrido todavía o por si no está claro este blanco y en botella...miento.

Antes tú sabías que en las Pascuas de Navidad y Reyes era una temeridad ir con el coche al Cortinglés de Nervión o al Nervión Plaza, porque aparte de que los aparcamientos subterráneos suelen estar completos, se forman los embotellamientos, las retenciones y los tapones del siglo.

Antes tú sabías que un viernes de verano, a las 3 de la tarde, cuando la gente acaba de trabajar y toma el camino de la playa para el fin de semana, seguro, segurísimo que te encuentras un embotellamiento de época en las carreteras de salida hacia Huelva y Cádiz, por muchos carriles que tenga la Ese Treinta que allí te lleva.

Antes tú sabías que cuando comienzan las rebajas es una temeridad tratar de buscar el aparcamiento de La Gavidia por la calle Baños y su rodeo por la iglesia de San Vicente, porque la retención de tráfico la tienes más que asegurada. Todo el mundo conoce las retenciones y la marcha lenta, metro a metro, menos paso quiero, en el famoso desfiladero de la calle Baños.

Antes tú sabías que si te empeñabas en ir con tu coche a la Feria y no tomar la lanzadera de Tussam en El Prado, podías tardar dos horas en las retenciones y embotellamientos del Puente de Los Remedios, y ni te cuento los de Virgen de Luján, ¿a quién se le ocurre ir por ahí buscando el aparcamiento del Charco de la Pava, al que hay que echarle en esos días azuquita, canela y clavo?

Bueno, pues los que he descrito someramente eran los embotellamientos clásicos sevillanos, tan nuestros como el NO8DO de las armas chicas o la procesión extraordinaria de una cofradía. Eran, hasta cierto punto, pesaditos, por conocidos. Por previsibles. Pero ahora hemos llegado a una nueva situación en la circulación en Sevilla, no sólo intramuros, sino en la ciudad entera. La verdad que tiene su interés y su intriga, casi de novela de Agatha Christie, porque ahora no sabes ni dónde ni cuándo te vas a encontrar el embotellamiento o la retención de caballo con la cola de coches avanzando lentísimamente en la calle estrecha o en la amplísima avenida. Sin necesidad de que haya partido de nuestro Betis bueno, si vienes desde Bellavista hacia Sevilla y no en hora punta de la entrada a los colegios o la salida de los trabajos, sino a las 11 de la mañana o a las 6 de la tarde, puedes encontrarte un embotellamiento de no te menees en la amplísima Palmera o en el Paseo de las Delicias. Lo mismo te puede ocurrir en el Paseo Colón si vienes desde la calle Arjona y vas hacia Los Remedios, que te encuentres con una retención que acaba con la paciencia de cualquiera, cuando ni hay corrida de toros en la plaza del Arenal ni ópera en el Teatro de la Maestranza. El otro día ya lo leerían: que había por la Puerta Osario un embotellamiento con tal follón que los autobuses municipales no podían entrar hasta sus paradas de Santa Catalina, vulgo Ponce de León. Pides un teletaxi o un radio taxi y a veces tarda más de lo que esperabas, y el conductor te dice cuando por fin llega:

-- Es que no se imagina usted el embotellamiento que me he encontrado cuando venía para acá.

Hay quien sostiene que todos estos nuevos e imprevisibles embotellamientos tienen un origen: el follón de circulación originado por la Torre Pelli, que repercute en toda Sevilla, que llega donde ni te imaginas y que produce estos tapones muy lejos de allí, en este tráfico sevillano donde si se resfría la Ronda Histórica, estornuda la avenida de San Francisco Javier.

 

 

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