ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  25 de octubre de 2018
                               
 

Aquel Mercantil

Yo no sé si fue ayer o es hoy, que lo conmemora hasta el cupón de la ONCE, cuando el Círculo Mercantil e Industrial cumple 150 años. Para apagar esas velas habría que juntar por lo menos tres candelerías completas de pasos de palio, de las que se reflejan las amplias cristaleras de sus salones cuando pasan por Sierpes en la Carrera Oficial. Para elogiar este cumpleaños, mi estimado Paco Robles ha empleado una palabra que hasta ahora sólo la he visto aplicada a los aniversarios de la emancipación de nuestras antiguas colonias americanas: Sesquicentenario. Bien pensado, le viene muy bien al Mercantil lo del Sesquicentanerio. Yo no digo que una nación, pero una Sevilla, una determinada Sevilla sí que es el Mercantil. Sevilla es una ciudad estamental. Hay como estratos sociales en sus clubes. Los señalo simplemente, que usted sabrá a qué ciudad corresponden, a qué clases sociales, a qué sectores de la capital: Pineda, El Aero, El Labradores, El Mercantil, El Náutico, los nuevos clubes de golf...

El Mercantil, como ha explicado ya Micer Robles mucho mejor que yo pueda hacerlo, nació con la Gloriosa en 1868, impulsado por un grupo de industriales y comerciantes alentados por don Simón Martínez. Mientras se derribaba media Sevilla de templos, conventos y murallas, se alzaba la ciudad inmaterial del Centro Mercantil, alojado en la que ya nadie llama Casa Lonja, sino Archivo de Indias, donde hasta hace unas décadas incluso estuvo, frente al Triunfo del Terremoto de 1755, la Cámara de Comercio. Es decir, que la Casa Lonja perdiósu carácter mercantil ayer por la mañana.

Este Centro Mercantil de la Lonja se fusionó poco después con el Círculo de la Unión, y surgió así el Círculo Unión Mercantil, título que mantuvo hasta 1960, en que pasó a ser Círculo Mercantil e Industrial, siempre ya en su sede de la calle Sierpes del legado y la leyenda del soriano Sanz, que se vino andando desde su pueblo de Rollamienta a buscar fortuna y que durmió la primera noche en un umbral de la calle Sierpes, de donde lo echaron de malas maneras, y se prometió entonces comprar el edificio si se hacía rico en la soñada Sevilla. Cosa que logró. Y en su memoria, su hijo, Ignacio Sanz Escobedo, legó el inmueble al Círculo Mercantil.

El Mercantil fue durante muchos años, en sus salones y fuera, en plena calle, como una Wall Street a la sevillana, como una nueva Casa Lonja, donde los que ahora llaman "brokers" y en Sevilla siempre fueron tratantes o corredores vendían y compraban de todo, especialmente lo relacionado con el campo. Cada vez que paso por la puerta del Mercantil me acuerdo de aquellos corros de tratantes en los que se hablaba en reales, duros, fanegas, arrobas, aranzadas, libras. El Mercantil era lo que su mismo nombre indicaba, y más sevillano que nadie cuando en la víspera del Corpus colgaba su fachada con luminarias y reposteros, hermosísimos. O cuando ponía sus colgaduras en Semana Santa, lugar privilegiado para ver las cofradías. Luego vino el Mercantil de las instalaciones deportivas de la orilla del río, donde tantas mañanas jugué al tenis con mi colega y vecino Ricardo Ríos. Ya no existía aquel Mercantil de los tratantes en la calle Sierpes, pero sí este pujante club con 8.400 socios y 500 deportistas federados. Y con algo sevillanísimo: sus salones abiertos a toda la ciudad y muy especialmente a las cofradías. Cofradía que no celebre una exposición en alguna fecha señalada de su historia en el Mercantil, ni es cofradía ni es nada. El Mercantil es ahora como el Salón Colón de los estrenos cofradieros de los años 50. Y ya no saca, ay, sus blancos sillones de mimbre a la puerta, en los veranos de velas y chaquetas blancas, donde los socios se distraían viendo pasar a la gente en la que se llamó "la calle sin noche" y requebraban a toda mujer guapa que pasaba. Y que hizo escribir a don José María Pemán aquel artículo memorable en el que una sevillana le confesaba: "Yo cuando paso por los sillones del Mercantil, como sé que me van a decir cosas, me voy cantando por dentro un pasodoble y taconeo con más fuerza que nunca. ¡Vamos, que me creo Juanita Reina en el escenario del Teatro San Fernando!".

LA LEYENDA DEL SORIANO QUE COMPRÓ EL MERCANTIL: "UN UMBRAL EN SIERPES"

 

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