ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  8 de noviembre de 2018
                               
 

Árboles sin riego (y con riesgo)

La Administración le echa muy poca cuenta, ninguna, al poema de Juan Ramón Jiménez en "Eternidades", con jota moguereña en su palabra inicial: "Intelijencia, dame /el nombre esacto de las cosas. /Que mi palabra sea/la cosa misma". La Administración pone a sus ministerios, delegaciones y entidades los nombres más enrevesados, rebuscados y que menos tienen que ver con "la cosa misma". ¡Cuántas chorradas para disimular el nombre de la cosa misma, por decirlo con Juan Ramón! Mira que se las trae eso de "Ministerio para la Transición Económica". Así que este Gobierno venga a renegar a la ejemplar Transición que nos llevó desde la dictadura a la democracia "como el rayo de sol por el cristal, sin romperlo ni mancharlo", que decía el hermosísimo lenguaje barroco del Catecismo Ripalda, y a un Ministerio le pone de mote la misma palabra de aquel periodo de la España de concordia que quiere destruir con la colaboración de sus socios de moción de censura que alzaron al Okupa a La Moncloa, y que nos llevó a la Constitución de 1978. que también se quieren cargar. En ese mismo Ministerio, aguanten la risa, hay una Dirección General de Medio Natural, Calidad y Sostenibilidad.

En la Universidad pasa igual. Cuando cada año la Real Maestranza entrega sus premios universitarios, hay quien generosamente a tu lado te va comentando qué centro es donde estudia esa chica que ahora recoge su premio, pues casi todos los ganan mujeres. El secretario lee el rebuscado nombre del centro y alguien tiene que aclararte:

-- Eso es lo que antiguamente se llamaba Peritos Agrícolas.

Y cuando citan no sé que de la Edificación, el socorrido apuntador te explica:-

-- Eso es Aparejadores.

En el Ayuntamiento pasa lo mismo. A la Delegación de Urbanismo de toda la vida le han puesto de mote "Área de Hábitat Urbano", como si en Sevilla hubiera un "Hábitat Agrario", qué tontería. Y si tiene tantas competencias, ¿por qué no mejor llamarla Hectárea que Área, que suena a fútbol, a disparar los impuestos contra los vecinos desde dentro del Área? Antes había una Delegación de Parques y Jardines que estaba clarísimo de qué se ocupaba. Ahora ni sabemos de qué área o hectárea dependen el Parque, los jardines y el arbolado de las calles, los naranjos en flor por primavera o los plátanos de Indias con sus doradas hojas secas en el otoño. Como lo de Lipasam, que es el acrónimo, creo, de "Limpieza Pública Sociedad Anónima Municipal". Cuando antes de que fuera una empresa municipal, tenía un nombre perfecto sobre su función y cometido: "Delegación de Limpieza, Riegos y Baldeos".

Uno ambas antiguas denominaciones, Parques y Jardines y Limpieza, Riegos y Baldeos para acordarme de los pobres, maltratados, talados, "apeados" (como les dicen cuando ejecutan la sentencia de motosierra y los cortan totalmente) árboles callejeros. Los alcorques que no están vacíos y no replantados como prometió el alcalde Espadas, están más secos que el ojo de un tuerto. Les remito como ejemplo a un árbol monumental y simbólico: el magnolio de la esquina de la Catedral frente a la Casa Lonja, vulgo Archivo de Indias. Da penita ver lo seco que está el suelo donde está plantado. No tiene dispositivo alguno de riego automático visible. ¿Quién lo riega? ¿Lo riega Parques y Jardines o el antiguo servicio de Riegos y Baldeos, el de las ubicuas máquinas barredoras que bien que baldean simultáneamente? Ese magnolio ha estado meses atrás que daba lástima, y seguramente es que estaba "fitito", como cuando Antoñito Procesiones se bebió en el Ateneo el vaso de agua del conferenciante. Da pena ver por toda Sevilla tantos alcorques secos, sin que aparentemente nadie riegue esos árboles. Así, probablemente, enferman, se pudren sus ramas, se caen y causan más de una desgracia. Así que se dejen de Hábitat Urbano y de Medio Ambiente y que cuiden los árboles callejeros que dan a Sevilla su personalidad. Y que los rieguen, por Dios, por favor, que los rieguen, y se dejen del grito antiguo de las travesuras de los chiquillos en los barrios: "¡La manga riega, aquí no llega!".

 

 

 

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