Hubo en un tiempo dos mesas de camilla en España, a cuál más célebre. Ambas relacionadas con la información de los famosos y la vida social. Quizá inventadas, que nunca existieron físicamente, pero que marcaron un tiempo. La una era el espacio llamado así, "La Mesa Camilla", que Encarna Sánchez mantenía en su programa "Directamente Encarna" de la Cope y donde cada tarde sentaba, ¡qué peligro!, a una tertulia de folklóricas con todo el arte: Marujita Díaz, Paquita Rico, Carmen Jara y Maricarmen Yepes, y en el que alguna vez aparecía una gran señora de la canción, María Dolores Pradera, que junto a aquellas criticonas con tan poca vergüenza era la que más reía. Las mismas protagonistas de esta peculiarísima tertulia del cotilleo y de la gracia se inventaron su propia sintonía. No sonaba en música alguna, sino en sus voces: "¡Qué maravilla, Mesa Camilla!".
Pero había otra legendaria mesa de camilla que quizá ni existió nunca, más que en la distancia del misterio y la admiración. La mesa de camilla de la palentina doña Mercedes Junco, la fundadora de "¡Hola!" junto con su marido, el periodista don Antonio Sánchez Gómez, director del diario "La Prensa" de Barcelona, cuando, recién nacido su hijo Eduardo, luego alma del semanario, se les ocurrió un día fundar una revista de las que luego llamaron "del corazón", y que se presentó en su primer número del 8 de septiembre de 1944 como "semanario gráfico de información". Le pusieron de título "¡Hola!". Con el lema de "la espuma de la vida", lo llenaron de buenas noticias y de belleza. Tengan en cuenta la fecha fundacional: 1944. En plena II Guerra Mundial. En un mundo conmocionado por dos clases de noticias: las malas y las peores. En una España que difícilmente se recuperaba de los desastres económicos y sociales de nuestra guerra. Y en un panorama informativo dominado, incluso en las revistas ilustradas, por la Prensa del Movimiento. En esa España, don Antonio Sánchez y doña Mercedes Junco lanzan una revista amable, de buen gusto. No un boletín de sociedad, como otros semanarios ilustrados con fotos de puestas de largo de niñas bien de Madrid en sus portadas. Más apegada al terreno. Casi de artesanía.
Y desde aquellas primeras salidas en un mundo convulso hasta convertirse en un referente internacional del buen periodismo de sociedad, se fue afianzado "¡Hola!", hasta ser una institución mundial del cuché. Ese cuché, ay, llora hoy la desaparición de la gran señora y gran periodista que, con tanto criterio, con tan buen gusto, creó un estilo inconfundible de revista. Nada desagradable. Nada que rechine. Nada discordante. Ningún escándalo. Todo como en las películas de amor y lujo. Como un deslumbrante sueño en un mundo de perfecciones, frente a los sinsabores de la vida. Demasiados problemas tenían en su casa las lectoras, que en las páginas "¡Hola!" se trasladaban como a un universo de maravillas y de belleza.
Y se contaba que todo esto, casi artesanalmente, lo hacía Doña Mercedes Junco, semana a semana, desde una mesa de camilla. Una familiar y hogareña mesa de camilla, donde iba viendo las fotografías recién compradas a las agencias, quizá ya por su hijo Eduardo, y armando con su buen gusto aquella revista de cuya lectura, aunque hubiera tantas desgracias, salía uno convencido de que el mundo estaba bien hecho. Y por allí debía de estar el famoso cajón de "¡Hola!", donde dicen se guardaban las fotos compradas para no ser publicadas nunca, por escandalosas. Ya corren otros tiempos, de trapos sucios, en la que llaman "prensa del corazón"...y de las demandas. Pero el espíritu de Doña Mercedes sigue estando presente en el buen gusto y la mesura de aquella mesa de camilla en la que hasta sus 99 años hizo nuestra querida revista, la de las grandes exclusivas, en la que me cupo el honor de escribir.
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