Acaba en el Museo de Sevilla, donde "iba a diario Juan Miguel a pintar las maravillas" la gran exposición conmemorativa del IV centenario del nacimiento de Murillo. Este centenario ha servido, aunque sólo en parte, para rescatar a Murillo de su mala fama de pintor de cromos, de latas de carne de membrillo o de estampas de primera comunión. Lo tenían muchos no por un pintor cromático, sino por autor de cromos. Empezando por Rafael Alberti, que en "A la pintura" nos dejó una como caricatura de don Bartolomé Esteban: "Hay un azul Murillo Inmaculada, precursor del brillante de los cromos". La conmemoración murillesca en su centenario nos ha descubierto otro pintor, el realista, el que reflejó la miseria y el hambre de los harapientos niños de la calles de Sevilla, a pesar de ser la ciudad en su época una nueva "Roma triunfante", el Puerto y Puerta de las Indias.
En el Museo de Sevilla he visto cuadros de Murillo que desconocía, de colecciones particulares o traídos desde museos de ciudades que nunca visité, como los de Liverpool, Dublín u Ohio. Y una muy didáctica división de su obra entre los cuadros de temática religiosa, con sus esplendorosas Purísimas (como le decimos en Sevilla a la Pura y Limpia, o sea, a la Inmaculada cuyo dogma con tanto ardor defendimos durante siglos) y los de temática civil, como sus retratos de caballeros de Santiago o esas escenas de la humilde vida cotidiana de los bajos fondos del Malbaratillo y de los patios de Monipodio. Pero su obra religiosa es la que me ha dado que pensar. No sus Inmaculadas, como La Colosal de este Murillo azul Purísima y oro, este Murillo azul seise llamando a los ruiseñores con las coplas concepcionistas de Miguel Cid: "Todo el mundo en general/a voces, Reina escogida,/diga que sois concebida/sin pecado original". Los pinceles de Murillo lo dijeron componiendo a sus pies, con la Luna, unos frisos enternecedores de ángeles aniñados. Me hecho pensar la obra religiosa no concepcionista de Murillo reunida en el Museo de Sevilla.
He visto por aquellas salas, contemplando los cuadros de temática religiosa con curiosidad y cara de extrañeza a muchos escolares de ESO e incluso universitarios. Muchachos que no estudiaron en el colegio o en el instituto nada parecido a la Religión y desconocen los Evangelios y la Biblia. Y a los que les sonaría a chino el título y la temática de muchas obras murillescas. Ante esos cuadros, pensaba: "¿Qué sabrán de la iconografía de esta obra estos escolares que nunca estudiaron Religión, ni aprendieron en su casa nada que tuviera que ver con el Cristianismo? ¿Qué creerán que ven cuando contemplen un cuadro titulado "La disipaciòn del hijo pródigo", o "Las bodas de Caná", o "La huida a Egipto", o "Magdalena penitente" o "El martirio de San Andrés", o el retrato de ese señor antiguo con una llave en la mano cuyo rótulo dice que es "San Pedro"? La pintura social de Murillo sí la entenderían, la "Vieja despiojando a un niño" o los "Niños jugando a los dados". Pero la pintura religiosa les sonaría a algo desconocido. No suele decirse, pero al no estudiarse Religión en las escuelas e institutos no se comprende el significado de la iconografía de media Historia del Arte. Y de este Murillo religioso no habrán comprendido nada esos jóvenes visitantes iletrados en evangélicos temas y en lo que antes se llamaba Historia Sagrada en el colegio. Y eso sin que entremos en la Grecia y Roma clásicas. Con el abandono de las Humanidades en los planes de estudio muchos titulados superiores logran su graduación sin saber absolutamente nada de mitología, o sea, de la otra mitad de la Historia del Arte. "¿Saturno devorando a quiénes, dice usted?", se preguntarán ante el cuadro de Goya. Como preguntan ante Murillo qué señora era esa Caná cuya boda fue tan famosa, a pesar de no haber salido ni en "Corazón" ni en "Sálvame".
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