Como hoy nuestro Pablo Aguado torea en San Isidro y seguro que...
-- Que sale por la puerta grande.
Eso por descontado. Digo que seguro que también lo compararán con Pepín Martín Vázquez los cronistas taurinos de la Villa y Corte. Hasta los que somos medio aficionadetes nos estamos enterando, gracias a Pablo Aguado, de la importancia de Pepín Martín Vázquez como figura del Toreo según Sevilla, donde hay tantos olvidados: Manolo González sin ir más lejos. O el propio Pepín, al que hasta ayer por la mañana todo lo más se le citaba como actor, que parecía un artista de Hollywood, del "Currito de la Cruz" que Luis Lucia rodó en 1948 y en el que tuvo como compañeros de reparto, entre otros, a Jorge Mistral, Tony Leblanc, Nati Mistral, Ángel de Andrés o Manuel Luna. Película en la que se insertan interesantes secuencias de corridas toreadas por Pepín en Sevilla, Madrid o México.
Por su concepto de la Tauromaquia se ha comparado a Pablo Aguado con Martñin Vázquez. Leemos de Pepín: "Su toreo a pies juntos no quitaba recorrido al lance ni al muletazo, y poseía la misma prestancia y majestad que si lo ejecutara con el hacer clásico de cargar la suerte. Toreaba excelentemente con la muleta y aún con un prurito de clasicismo que atenuaba su gracia auténtica, el ritmo alegre de su toreo. A su lidia, sobria y clásica, se añadía, además, el garbo sevillano. La aportación más impactante de la tauromaquia de Pepín Martín Vázquez viene marcada por el lance de la gaonera y el pase por alto a pies juntos. Sin desdeñar su magnífico toreo fundamental, la magia de su capote a la espalda elevaba el toreo de capa a las cumbres del arte. Su gaonera honda y mayestática, graciosa y serena, asumía las cualidades del más reconocido temple y cargaba la suerte en cada uno de los lances resultando ser verdaderas verónicas invertidas". Por no saberse de Pepín Martín Vázquez, ni conoce la gente de qué barrio era. Era de la Macarena. De La Resolana, donde heredó de la Alameda de Chicuelo la gracia de la escuela sevillana. Un modo de torear basado en aunar la clase con el conocimiento, lo fundamental con lo accesorio: simplemente, lo sevillano. Y tampoco se sabe que Pepín era hijo de un matador de toros, de Francisco Martín Gómez, apodado Vázquez, por una tía suya que en Alcalá de Guadaira era conocida y célebre como "La Vázquez". Pepín tuvo dos hermanos también toreros, Manuel y Rafael, a quien veíamos por Sevilla elegantísimo con sus sombreritos de ala corta. Sobre su decisión de hacerse torero, Pepín explicó a Saiz Valdivielso: "La carrera de mis hermanos no era lo suficientemente brillante como para compensar con triunfos las desventuras de mi padre. Mis triunfos serían los de mi padre. Por eso quise ser torero".
El padre macarenísimo de Pepín era un sevillano de gracia. La que heredó con su toreo sevillanísimo de pies juntos su hijo Pepín. Pero Fracisco Martín, aparte de macareno con gracia, era muy supersticioso. Y daba la casualidad de que vivían en La Resolana; sí, pero ¡en el número 13! Toca madera. Por cierto que como en otras un paragüero, a la entrada de aquella casa había un curioso mueble donde colgaban los estoques de todos sus hijos toreros: Manolo, Rafael y Pepín.
Un día que toreaba en Sevilla le dijeron a Francisco Vázquez que el alcalde estaba en una barrera. Y la hora de brindar el toro cogió los avíos, se fue allá y antes de tirarle la montera le dijo:
-- Señor alcalde, yo le brindo la muerte de este toro, pero no me vaya a regalar nada. Lo único que le pido es que el Ayuntamiento le cambie el número a mi casa de La Resolana. Que en vez de Resolana, 13, sea Resolana 11 duplicado.
Óoooooole. Dicho lo cual, le tiró la montera al alcalde. No sé si le cambiarían el número a Resolana, 13. Aunque no se lo cambiaran, la gracia del toreo según Sevilla de su hijo Pepín pudo con la mala suerte del 13. Como podrá hoy Pablo Aguado con la guasa, tela de guasa, que tienen en Las Ventas.
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