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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  29 de junio de 2019
                               
 

Taurinizar las escuelas

Ramón Valencia ha presentado el "XXXIV Ciclo de Promoción de Nuevos Valores de la Torería", que se celebrará a partir del próximo día 4 todos los jueves de julio y que traduzco al román paladino sevillano: las nocturnas sin caballos de comer pipitas. Cada noche actuarán seis que hasta ahora han sido una palabra que se está perdiendo, preciosa: becerristas. Tres nocturnas, seis chavales por noche, más una cuarta en la que actúarán los tres triunfadores de las anteriores. Y no crean que les echan novillos baratos comprados en los chinos de los ganaderos de bravo (que también los hay), sino que Valencia ha reseñado erales de La Quinta, Villamarta, Juan Pedro Domecq y Jandilla para la final.

Le han puesto a este ciclo de las novilladas sin caballos el número XXXIV, pero yo creo que se quedan cortos. Esas 34 son según el formato actual, patroncinado por el Real Cuerpo propietario de la plaza, que luego les regala un capote de brega, otro de paseo y un vestido de torear a los triunfadores. Esto de las novilladas sin caballos en las noches fresquitas del Arenal, con la mareíta del río, es tan antiguo como el hilo negro. Me faltaría papel si quisiera poner todas las grandes figuras que salieron de aquellas nocturnas, muchas de las cuales eran curiosísimas. Espectáculos mixtos les llamarían ahora: tenían una parte de charlotada y otra parte seria del espectáculo. Y había otro modelo con cantaores. Antonio Molina o Juanito Valderrama salieron de esas nocturnas, Y de una de ellas, en las que hasta había una rifa, que se sorteaba un pollo, debutó un muchacho rubio de San Bernardo que se llamaba Pepe Luis, hijo de uno que trabajaba en el Matadero, y que desde la primera moche encandiló a todos con la sevillanía de su capote y su toreo de pies juntos. Recuerdo que en aquellas nocturnas, con un deficiente alumbrado de farolas como las del tranvía que ponían sobre el ruedo sostenidas por unos alambres que partían de unos postes metálicos colocados en el callejón, el presidente no usaba pañuelos. Había en la presidencia, en su lugar, un curioso aparato con tres bombillas: una blanca, otra roja y otra verde. La blanca equivalía al pañuelo de ese color para cambiar de tercio y dar avisos u orejas. Y las de los otros colores hacían las veces de las telas de igualdad cromática. En vez de sacar el pañuelo, el presidente encendía la correspondiente bombilla.

Casi todos estos chavales de las nocturnas de comer pipitas vienen de las escuelas taurinas. No me imaginaba que en España hubiese tantas escuelas taurinas. Tomo al azar algunas de las que proceden los actuantes: escuelas de Tauromaquia de Murcia, de Arganda, de Badajoz, de Camas, de Sevilla, del Campo de Gibraltar, de Málaga... ¿Para qué seguir? A todas les doy el mismo mérito. ¿Saben cuál? Que las escuelas taurinas son como conservatorios de los viejos valores, de los principios, de las maneras tradicionales. Yo no sé si los chavales aprenderán a pegar naturales de ensueño con el carretón, pero les enseñan algo más importante, que en las escuelas públicas no aprenden: educaciòn, respeto, valoración de los maestros. En las escuelas taurinas no se les habla a los profesores de "tú", sino de "maestros". Son un monumento al respeto y al usted. Y basta un dato. Ramón Valencia presentó en el ruedo de la plaza a los 18 chavales que quieren ser figuras. Absolutamente todos iban perfectamente trajeados y enchaquetados, ninguno con vaqueros rotos por las rodillas ni camisetas sudadas. Todos vestidos como lo que son: aspirantes a caballeros del toreo. Ay, si las escuelas públicas y muchas privadas aprendieran de las taurinas este carácter de conservatorio de las buenas maneras, del respeto, de los valores, del culto a las formas, del usted, de llamar "maestro" al maestro . De cuanto ya sólo se encuentra en el toreo. Sólo por eso, por cómo aparecían en la foto los 18 chavales con el empresario, para mí ya son los 18 triunfadores, defensores de todo lo que se está perdiendo. Hay que taurinizar las escuelas. No las taurinas, las otras, que es donde han perdido lamentablemente los papeles los profesores y los alumnos...

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