Me tienen rodeado. En el piso de abajo de esta página, el ingenio de José María Nieto, ¿y a estas ratas quién las mata? Que muchas veces con tres bocadillos mucho mejores que si fueran de ibérico serrano de bellota nos dice muchas más cosas que los plumíferos podamos expresar en dos folios. Y por si fuera poco, ahora van y le conceden el premio Mingote, que es como la Gran Cruz de la Orden de Carlos III de los viñetistas, por un dibujo valentísimo, donde igual que era alargada la sombra del ciprés con que Miguel Delibes ganó el Nadal en 1947, cuando el Nadal era el Nadal, era la neoyorquina y universal Estatua de la Libertad la sombra del brazo que levantaba el escolano en catalanas tierras a quien el inquisidor maestro separatista había ordenado que alzaran los que eran hijos del Cuerpo, esto es, que sus padres eran, y a mucho honor, guardias civiles.
Eso por la parte del piso de abajo. Pero en este mismo rellano, en el partidito de la derecha, tengo otra no menos ilustre vecindad: la del licenciado don Ignacio Camacho y López de Sagredo, siempre entre Madrid y Sevilla, para quien el AVE es la gran calle de Alcalá que cantaba don Antonio Chacón, cuando suben y bajan los andaluces grandes ingenios del periodismo y la literatura, o viceversa; las grandes plumas como la suya. A la que le encuentro un mérito muy especial: Ignacio Camacho, como un servicio al periodismo y a los lectores, sabe cada día prescindir de sus filológicos saberes, de su culturón histórico y literario, para adoptar el canto llano del dificilísimo comentario de la política. Y sin aburrir al ganado ovino, que tiene macho más mérito. Y sin dejarse intoxicar por los intereses de los partidos, ora de la derecha, ora de la izquierda, que es mayor prenda todavía entre las muchas que adornan su pluma. Y le sobra tiempo, además, qué maravilla, para acudir a las tertulias de las "arradios" y los televisores, donde por las razones dichas quedar suele muy por encima de los que acuden a esos antros de interesada opinión sin más bagaje que el manido argumentario del día que les han mandado por el teléfono móvil los que los tienen estabulados y apesebrados. Libertad se llama la palabra.
Y por si le faltara poco, ya digo que me tienen rodeado, a mi vecino de rellano de esta escalera de opinión donde se sube a lo más granado de la información del ABC, lo acaban de elegir numerario de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras. Como hay toreros que vienen pidiendo poetas, hay articulistas como Ignacio Camacho que andan pidiendo Academia. Lo han elegido numerario de una Real Academia tan real y antigua como la Española, en este desprecio que usar solemos en nuestra nación por cuanto no acontece en Madrid. Si la Española fue fundada en 1713, la Sevillana de Buenas Letras, en 1751. El gran defecto que tiene, ay, mecachis, es que no está en Madrid, en esta España donde las autonomías, a efectos culturales, han valido para bien poco. Hasta en el Toreo sigue existiendo la Universidad Central: hasta que te la confirman en Madrid, no tienes la alternativa, no te has doctorado. Y al mundo de las Academias le ocurre igual. Por no hablar de Buenas Letras, en Sevilla está la más antigua Academia de toda Europa: la Real de Medicina y Cirugía, que es de 1693. Vamos, de ayer por la mañana, como esas Academiaa de Ciencias Caninas que se inventan las autonomías para sus paniaguados y riegan de dinero. Suelen leerse noticias de este tenor: "El Rey recibe a las Reales Academias". ¿A cuáles? ¿A cuáles va a ser? ¡A las de Madrid, hijo! A las del resto de las Españas, como la que ha elegido justísimo numerario a mi vecino Ignacio Camacho, a quien felicito, que les vayan dando. Aunque sean las más antiguas de Europa, como no están en Madrid...
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